[dropcap]H[/dropcap]ace unas semanas, los cines de Salamanca abrieron de nuevo sus puertas, y es triste encontrarse las salas prácticamente vacías, salvo por una o dos parejas.
Sobre Salamanca, se oye ciertas veces que “no hay mucho que hacer si vives aquí” y menos habrá si dejamos que los cines de Salamanca cierren. Exigimos, pero no aportamos. El hecho de que los cines continúen abiertos es un beneficio común, y si algún día, que esperemos no se dé nunca, no encontramos sin cines en nuestra ciudad y tendremos que esperar a que la película, que nos interesa, esté en formato digital, nos quejaremos y olvidaremos que fuimos nosotros quienes dejamos que un pasatiempo tan maravilloso como es el cine muriese.
Nuestra mente es pobre, preferimos más discotecas y centros comerciales antes que el cine o un museo, somos conformistas y no vemos más allá de lo que nos resulta cómodo y es lo “guay”.
Se escucha repetidamente aquello de que “ir al cine es muy caro” pero, parece que ir todas las tardes a una terraza no los es y gastarse cincuenta euros todos los viernes y sábados para acabar por los suelos, tampoco, porqué eso es diversión, y los jóvenes tienen que ser jóvenes y por ende emborracharse. Mientras tanto en los cines va habiendo cada vez menos gente.
Ir al cine es un acto social y cultural maravilloso, el olor a palomitas y las charlas posteriores comentando la película.
No es escusa la crisis sanitaria que hemos vivido; las medidas se cumplen y nadie más que tu acompañante se sentará próximo a ti, y las medidas de limpieza se han extremado, suponiendo un gasto extra. Hay que recalcar que los cines han bajado el coste de sus entradas, se trata de cuatro euros las entrada de lunes a viernes y cinco sábados y domingos.
Hay que ir al cine, que Salamanca no cometa la mediocridad de dejarlos morir, no seamos solo una ciudad de fiestas universitarias y alcohol.