Aunque tanta felicidad pudiera resultar sospechosa, personalmente creo que ambos mantienen una ardiente relación. Otra cosa es que llamen amor a lo que básicamente es el goce sexual de disfrutar el Poder. Y ahí no cabe duda que la relación ha ido viento en popa. Esas diferencias afectivas de partida no fueron óbice para que la pareja se encamara sin reservas tan pronto compartió el Colegio de la Asunción.
Ahora dicen los tortolitos que el vínculo se fortaleció en la dificultad de la crisis del Covid. Pero lo cierto es que, nada más instalarse en sus despachos, no perdieron el tiempo en prolegómenos. Inmediatamente se aplicaron al tema, y acordaron aumentar de 80 a 93 el número de altos cargos, así como duplicar el cupo de personal de confianza contratado a dedo, eso sí, tratando de ocultar esto último.
Para entonces en el Colegio de la Asunción el 69 había dejado de ser un guarismo. Poco después Fonsi fichaba como asesor presidencial a Ignacio Cosidó “el amigo Nacho”, sin que Paco le reprochara el capricho. No en vano, el otrora martillo de herejes del enchufismo clientelar era el primero en permitirse el onanismo de colocar por la misma vía digital a un buen puñado de amigos y conocidos. De las libres designaciones, ese procedimiento que se habían comprometido a restringir al máximo, ni les cuento. Una auténtica orgía que ha llegado a su clímax tras el relevo en la consejería de Empleo e Industria, donde Ana Carlota Amigo, luego de su sonada toma de posesión, entraba como el caballo de Atila.
Y el balance de gestión del primer año de cohabitación, no puede ser, antes y después de la pandemia, más desolador para los sufridos castellanos y leoneses.
En primer lugar, pese a esa cacareada cohesión interna y a que cuenta con mayoría parlamentaria, el tándem Mañueco-Igea (así habrá que denominarlo a partir de ahora, tanto monta monta tanto) ha sido incapaz de cumplir el primer deber de todo gobierno: Presentar en tiempo y forma su Proyecto de Presupuestos de la Comunidad Autónoma. Incumplimiento a la sazón de una obligación estatutaria que ha provocado que la Junta se rija a mediados de 2020 por una segunda prórroga de los Presupuestos de 2018, con todas las limitaciones y perjuicios que ello conlleva. El consejero de Economía y Hacienda, Carlos Fernández Carriedo, se ha pasado el año atendiendo, solícito, todo tipo de encargos -alguno tan alejado de sus competencias como el de ordenar la obligatoriedad del uso de las mascarillas-, mientras ha pasado olímpicamente de cumplir su principal cometido.
En segundo lugar, ensimismados en el disfrute del Poder, han ignorado por completo los dos grandes problemas estructurales de Castilla y León, que no son otros que la despoblación y los no menos alarmantes desequilibrios territoriales internos. Ni siquiera ha sido capaz de cumplir el único punto dedicado a ambos problemas en el pacto que franqueó la investidura de Herrera, la constitución de un grupo de expertos independientes que en el plazo de un año emitiera un informe con propuestas de actuación (punto 78).
La pandemia hizo su aparición días después de que la Junta pusiera en marcha en la comarca de Aliste un plan piloto de una reforma de la atención primaria que desencadenó la alarma en el medio rural, consciente que, de llevarse a efecto, supondría la muerte por inanición de la inmensa mayoría de los 3.600 consultorios locales. Dicha reforma ha quedado a expensas del nuevo modelo de Sanidad Pública que se negocia entre los grupos parlamentarios, pero Igea y su consejera delegada, Verónica Casado, no renuncian a volver a la carga si la negociación concluye sin un acuerdo que lo impida. Y acongojado por la falta de liquidez de las arcas autonómicas, el gobierno Igea-Mañueco decidía suspender provisionalmente la que era su medida-estrella, la supresión del Impuesto de Sucesiones y Donaciones, “regalo fiscal” simplemente pospuesto hasta que la situación financiera lo haga menos impresentable.
Sobre la gestión sanitaria de la pandemia pesa especialmente el desastre acaecido en las residencias de ancianos, la inmensa mayoría de ellas, tanto privadas como públicas, abandonadas a su suerte por las consejerías de Sanidad y Familia, responsables de unas instrucciones conjuntas privando a los residentes de su derecho a recibir la misma asistencia hospitalaria que el resto de los ciudadanos. Este y otros puntos negros de la gestión de la pandemia que no son para sentirse orgullosos no son objeto de la menor autocrítica de la Junta y, lo que es mas insólito, apenas han recibido el reproche del PSOE de Luis Tudanca, que, al firmar el infumable pacto para la reconstrucción, ha abdicado de su imprescindible deber de oposición.
1 comentario en «¿Por qué lo llaman amor cuando es sexo y solamente sexo?»
Todo lo lleváis al terreno de la política ?. Yo pensaba que ibais a hablar de las andanzas amorosas del Comendador y de la pobre Doña Sofía en versión regional.