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Opinión

Vanity Fair

Imagen de fernandasuzukimakeup en Pixabay

 

[dropcap]C[/dropcap]on catorce años, quizá sea pronto para tenerla. Decir quizá, ya sabes, es un seguro para poder mentir sin que medie ni media mentira. Quizá sí, quizá no. Como media mentira es que quien solo posea esa edad pensará que los que tienen muchos más agostos, en realidad, no saben de qué va la vida. La media mentira existe. La media verdad, no. Esta, o es entera, o no es.

Guardo ciertos temores debido a nuestra adultescencia. Esa que nos mantiene enredados en los catorce y nos convence de estar más al día que nuestros viejos, que andan un poco trasnochados. Normal por su parte. No siempre les hacemos caso a la luz del día, cuando se negocian y cierran los tratos, cuando se deben discutir las cosas. Con el décimo segundo tañido, todas las ideas son grandes, todas las empresas salen bien, nada presenta fisura alguna, no hay temor a volver a casa en calabaza. Y ellos, los viejos, con sus cosas, con sus cebolletadas y demás.

A un tipo con nombre de cigarrillo y apellido de puro habano de la grande Britania se le atribuyen un montón de grandes frases, una que viene al pelo es la afirma que “cuanto más atrás puedas mirar, más adelante verás”. A ver si soy capaz de crear un silogismo.

  1. Cuanto más atrás mires, más adelante verás.
  2. Quieres ver hacia delante.
  3. Mira atrás.

Tras agradecer tu flexibilidad con el licenciado planteamiento, pregunto; ¿cómo de atrás debemos mirar? Propongo llegar hasta un minuto antes de que abandonáramos la discusión y la sustituyéramos por la riña o la exuberante demostración. Un minuto antes de que se dejara de lado la búsqueda del aprender, de encontrar verdades, quizá temporales, aceptando cuestionarnos las cosas. A un minuto antes de que se hiciera mucho más fácil, rentable, quizá cómodo, encontrar responsables que buscar soluciones.

Justo un minuto después de ese momento, el debate, propio o con otros, pasó a ser un duelo de discursos ensayados previamente, sin flexibilidad, sin espacio a la duda, sin escucha. Una sucesión de turnos de palabra sorda ante lo previo, muda ante lo posterior. Inmaculadas concepciones por, supongo, la gracia de Dios.

Por mucho que insistamos, los monólogos solo tienen sentido en soledad. Imagina estar ocupando un asiento en primera fila y contemplar la estampa mientras escuchas;

– ¿Es el enemigo? Que se ponga…

– Saben aquell que diu…

Estoy de acuerdo en que se debe a una inmensurable vanidad, que en un minuto ganó el pulso al aprender en lugar de servir de ayuda. ¿Por qué lo creo así? ¿Qué crees que hay detrás de esa última foto que has visto en Instagram? ¿Algún debate caliente en Facebook últimamente?

Debatir(se) y discutir(se) en lugar de guardar la vez. Cuestionarse, refina. Ay si Sócrates levantara la cabeza…

Moveyourself. 

Más información, aquí

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