[dropcap]E[/dropcap]l pasado martes, 21 de julio, le dimos el último adiós a Javier Álvarez Merino. Parece que un infarto, que no pudo superar, posiblemente debido a su vulnerabilidad por el cáncer de garganta que padecía desde hace dos años, terminó con su vida de sesenta y tres años. Injusta Naturaleza que, a veces, creo que debería tener más consideración. Esta «peste» que, a casi nadie ya se le escapa, tiene su fundamento en el modelo de desarrollo insostenible que los poderosos nos han impuesto y con el que la mayoría convivimos sin hacerle mucho frente, y que no era el modelo defendido y practicado por Javi. Por eso, decía antes que la Naturaleza podía tener alguna consideración con personas como él.
Javier era muy conocido en Salamanca como «el Alcalde», pues no en vano se pasó media vida como regidor en el Ayuntamiento de Los Santos. Si, media vida, ya que fueron treinta y dos años, repartidos en ocho legislaturas seguidas, de un tirón.
El que escribe estas líneas estuvo con él, como Secretario del Ayuntamiento, durante veintisiete años. Tiempo ya más que suficiente para ratificarme en el sentimiento que tengo de él desde un principio: pertenece a ese grupo selecto y minoritario de personas dedicadas a la política que sirven a lo común con desprendimiento y desinterés personal. De los que ofrecen su vida para servir al bienestar de sus vecinos, sin esperar nada a cambio.
Siendo licenciado en Geografía e Historia, y con buen expediente, renunció a lo que podía haber sido un interesante futuro académico (con veintiséis años se presentó a las elecciones locales por primera vez, allá por 1983), por dedicar su trabajo y esfuerzo a su pueblo -también gran parte a la comarca-; a conseguir evitar los estragos que, el abandono y el falso desarrollismo urbanista, han ocasionado en el mundo rural con el despoblamiento.
Fue sorteando el desempeño de la alcaldía, a duras penas, con trabajos temporales de dirección en programas de empleo y períodos en largas filas del desempleo. Su modo de vida era austero. Recordemos que no tuvo coche propio (de segunda mano) hasta ya entrado en los cuarenta. Sus idas y venidas eran en el «coche de línea» o como acompañante de los que hacíamos el mismo trayecto. Tenía lo suficiente para sus más básicas necesidades, sus imprescindibles libros, su cine, unas cervecitas con amigas y amigos y, de vez en cuando, algún viaje.
Esta austeridad chocaba con la generosidad en los gastos del Consistorio. Los problemas de liquidez (tensiones de tesorería, en lenguaje pijo-técnico actual de las artes financieras y contables de la Administración), no eran suficiente obstáculo para invertir en infraestructuras, para mantener actualizados todos los servicios. En definitiva, para que el municipio no se quedara atrás en esta «desescalada» (claro que no me refiero al período postconfinamiento) que está convirtiendo al mundo rural en cenizas y reliquias del pasado. Su anhelo por mantener a Los Santos «en el mapa», de ser referencia en desarrollo sostenible, fue una constante en su actuación y la de todas aquellas personas que lo han ido acompañando en la Corporación municipal, incluidas las de la oposición, a las que, desde estas líneas, también quiero rendir un merecido homenaje. Debo recordar que en toda su andadura al frente del Ayuntamiento la regla general ha sido que los acuerdos -salvo contadas excepciones- se adoptaron por unanimidad. Esto hay que ponerlo también en el haber de la oposición, demostrando que había un interés común, por encima de otras consideraciones: el bienestar de los santeños. Para tomar nota, hoy en día.
Tuvo errores -o eso nos parece a otros-, como si de un humano se tratara. Pero de ello no se derivó nunca un beneficio personal. Puedo dar fe de que jamás salió ni un céntimo de las arcas municipales para su bolsillo, ni siquiera para gastos que su cargo en ocasiones le reportaban. Esto también lo testimonio del resto de los concejales y las concejalas con las que ha compartido Corporación.
Pudo haber tenido más relevancia en el mundo de la política; pero ahí estaban sus «compañeros» de partido (el socialista) por aquel entonces, una caterva de burócratas desclasados, para cerrarle el paso. Lo más que pudo conseguir fue salir elegido diputado provincial una única legislatura. ¡Que manía con que los honestos cuanto más lejos mejor! No siendo que contagien.
Es difícil resumir toda su trayectoria en este pequeño texto, pero el objetivo sólo es reivindicar su memoria y dejar constancia para que siga estando presente su obra y su recuerdo. Hay cosas y personas que no pueden caer en el olvido.
Que la tierra te sea leve, compañero, y fructifique en ella la semilla que has depositado.
2 comentarios en «En memoria de Javier Álvarez Merino, alcalde»
Que bonitas palabras le has dedicado a nuestro amigo Javier, que bien lo conocías para no conocerlo tantos años trabajando con el, gracias hasta siempre amigo Javier.
Gracias Santiago. nos has ahorrado un mal trago a quienes estimábamos y valorábamos a Javi. Gracias Javi por tu ejemplo. Un abrazo virtual a Mar Ángeles y a su familia que tanto se querían. Un abrazo solidario a sus amistades por la pérdida.