[dropcap]F[/dropcap]ui de la mano de Francisco Resina, pintor y compañero en las andanzas académicas. Me lo había dicho meses atrás, que exponía en una galería de arte recientemente inaugurada. Poca obra, porque el espacio era reducido y el ideario iba por la exposición colectiva con visos de permanencia. La idea parecía original, más en estos tiempos, tan aciagos para el arte, en los que abrir una galería a la antigua usanza resulta hazaña cuasi quijotesta. Y allí nos plantamos para ver sus monotipos tridimensionales con estampaciones en papel y cristal, meritorios por algo más que la denominación tipológica. Algún día reflexionaremos sobre la obra de Resina, que su aquel tenerlo lo tiene.
Pero el objetivo era la galería, El Cuchitril, en la plaza del Corrillo, junto a la ventana espectacular del camarín de San Martín. Allí nos recibió Sucri, la polifacética emprendedora a la que el destino llevó con fortuna, sobrevenidamente, al mundo del arte. Entusiasta, de agradable conversación, apasionada con su trabajo, tuvo la genial idea de vender series limitadas de camisetas serigrafiadas con obras de artistas vinculados a Salamanca, y aprovechar la coyuntura para difundir también el arte, exponiendo y vendiendo los originales y relacionando al artista con el comprador potencial. Lo que hace un galerista, vamos. Y además con ambiciosas ideas de futuro.
Fue un rato gratificante, sobre todo por el soplo de aire fresco que supone para esta Salamanca que languidece. ¡Con lo que fue para el arte! Resultó inevitable recordar a Navarro Cruz cuando a principios de los cincuenta abrió Artis, la primera galería de una Castilla y León entonces impensable. O Varrón, que de la mano de Santiago Martín trajo a Salamanca en los setenta lo mejor del arte español de vanguardia. Después llegaron otros y en torno al cambio de milenio andaba Salamanca con su feria de arte, Arcale, su flamante DA2 y un montón de galerías.
A las clásicas se habían sumado, años atrás, Winker y 4 Ingletes, después abrieron Manolo Morollón, con Raya Punto; Quini en Annia; Adora Calvo, que tan bien atendió al principio Clara Colinas; Benito Esteban, dirigida por Juan Ramón Benito… la misma Paloma Pájaro, de manera efímera, también ejerció de galerista cabe la catedral.
Pero la crisis se cebó con el arte, las galerías dejaron de ser viables y fueron cerrando, o quedaron en espacios virtuales, o redirigieron el negocio hacia la decoración. El vacío trató de llenarse de otra manera y emprendedores como Eduardo Nuca o Luis Méndez crearon negocios distintos con el añadido de un espacio expositivo.
Por eso, la apertura de El Cuchitril nos llena de alegría. Entrar y contemplar los grabados y collages de inspiración africana de Eduardo Rodríguez, los foto-collage de Patricia Sánchez, las plumillas y acuarelas de David Díez, los dibujos de Álvaro Santamaría… así hasta un total de 23 artistas locales, que exponen y venden obra, original y reproducida en camisetas u otros complementos, es una reviviscencia en medio de la adversidad. El arte, como la vida, al final siempre se abre camino.