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Una ruta por Salamanca (I): de Trabanca a Villarino de los Aires

Para perderse y desconectar por la provincia, os ofrecemos un nuevo camino natural para recorrer
Trabanca - Villarino
Paisaje del camino que une Trabanca y Villarino (Foto: MInisterio)

 

[dropcap]E[/dropcap]n tiempos de coronavirus, quizá es la mejor elección para olvidarse (aunque solo sea un poco) de todo lo que nos ocurre, cuando estamos inmersos en esta pandemia de la Covid-19. Una ruta o paseo por la naturaleza salmantina sirve para despejar cuerpo y mente y, de paso, mover nuestro cuerpo después de un confinamiento severo.

Una de ellas es el camino natural que une las localidades de Trabanca y de Villarino de los Aires por la rivera de la Pescadera: El camino de los Regatos, según recoge la página web del ministerio de Agricultura.

Los pastizales de la penillanura de los Arribes son los protagonistas de esta etapa. Se trata de un recorrido donde las escobas, algunos rebollos y extensos pastizales dominan el paisaje. Este terreno de apariencia más árida esconde una enorme actividad, ya que no será difícil observar el vuelo majestuoso de algún águila real en busca de alimento.

El recorrido parte de la localidad salmantina de Trabanca junto a la carretera que une esta población con Cabeza de Framontanos.

Antes de abandonar Trabanca merece la pena dar un paseo por el Parque Temático de Arquitectura Tradicional que hay a las afueras del pueblo en dirección Vitigudino. Este parque alberga una serie de construcciones vinculadas con las labores del campo más representativas de Arribes del Duero como son la cabaña del pastor, chiviteros, lavaderos, pocilgas simples y dobles, puentes, portones, fuentes, la cortina… Será muy fácil encontrar este tipo de construcciones en las siguientes etapas, encontrándose integradas armónicamente en el paisaje, entre las laderas, los riscos y los desniveles del terreno. Se descubren sorprendiendo al visitante a cada paso. Las construcciones, de tradición agrícola y ganadera, están hechas en la piedra autóctona, el granito, y parecen moldeadas por la propia naturaleza.

Tras transitar unos metros por la carretera se toma el camino que se abre hacia la derecha y que se estrecha ligeramente entre dos muros de piedra, que sirven para delimitar las fincas particulares dedicadas a labor.

Perfil Trabanca - Villarino

Unos 100 metros más adelante el sendero llega a una cancela de madera que hay que atravesar. El itinerario se introduce en un mar de retamas negras o escobas (Cytisus scoparius), situándose en la zona más alta, en el paraje conocido como Los Cotorrones, donde un grupo de rebollos (Quercus pyrenaica) forman como una isla.

El sendero llega a una zona tapizada de herbáceas, donde el matorral se hace más escaso y de menor talla, es el fondo del valle del regato de Matalamula, que en esta zona se junta con la denominada Rivera de la Pescadera.

El camino discurre por la vaguada hasta un pequeño pontón que cruza sobre el pequeño cauce del regato. A continuación, le sucede una hilera de piedras, dispuestas en perfecta alineación, para poder caminar sobre ellas sin mojarse los pies en las épocas en que el pastizal está encharcado.

La ruta continúa por el fondo del valle ascendiendo paulatinamente, para abandonarlo antes de llegar al segundo kilómetro del recorrido y avanzar por un pastizal completamente llano, salpicado ocasionalmente por algún matorral de escoba. Un poco después llega a una pista, donde gira a la izquierda, avanzando ahora por una zona densa de retamas negras, interrumpidas ocasionalmente por pastizales o por la presencia de grandes berrocales de granito, hasta llegar al cruce con el llamado camino del Contumero, donde gira a la derecha.

El itinerario prosigue entonces entre fincas valladas en las que crecen encinas (Quercus ilex), rebollos, retamas negras o escobas y tomillos (Thymus sp.) entre bloques de roca.

El camino asciende lentamente, para iniciar después un descenso donde, después de pasar por dos curvas seguidas, llegar a una bifurcación. Se toma la ruta de la derecha, conocida como camino del Pilo o de San Roque, que pasa por un paso canadiense (una rejilla colocada en el suelo para evitar que el ganado que se encuentra en estado de semilibertad pueda pasar de un monte a otro).

Más adelante, el trayecto discurre entre paredes de piedra, que definen el terreno de pastizal de cada propietario. Poco a poco empieza a aparecer alguna finca de olivos, viñedos y también se puede ver algún chozo o refugio para pastores entre los rebollos.

Una sucesión de continuas revueltas y sucesivos cambios de pendiente caracterizan el último tramo del sendero, siempre encajonado entre muros de piedra. El camino desemboca en una pista que continúa en un pronunciado descenso hasta el final de la etapa en Villarino de los Aires.

Trabanca - Villarino

Los Casitos

Los casitos o chozos de pastores son construcciones de piedra, sin argamasa, construidas por los pastores y vaqueros para cobijarse durante el día, o incluso la noche, cuando las condiciones meteorológicas impedían regresar al hogar. En ocasiones incluso vivían en ellas familias enteras. Eran construidos en zonas de monte, especialmente en zonas de arbolado denso, puesto que en estos sitios es donde se alimentaban las cabras, muy frecuentes en otros tiempos.

La vida en los pastizales

Si hay algún animal que vive perfectamente adaptado a este hábitat de pastizales y escobonales, ése es el conejo (Oryctolagus cuniculus). Escondido entre las escobas sale a terreno abierto para alimentarse de plantas herbáceas, momento que es aprovechado por águilas reales (Aquila chrysaetos) y perdiceras (Hieraaetus fasciatus), que sobrevuelan estas llanuras abiertas oteando el horizonte, para lanzarse en picado en busca de su ración diaria de alimento.

Otros animales que viven perfectamente adaptados a este medio, siempre y cuando tengan un sitio donde abrevar, son las vacas. La raza más extendida en la comarca es la morucha, pero también es frecuente encontrar la sayaguesa, propia de la zona. La vaca sayaguesa fue empleada habitualmente como animal de trabajo por su rusticidad y capacidad de adaptación a condiciones cambiantes, pero con la mecanización de las labores del campo entró en declive, lo que obligó a su reorientación para consumo de carne, siendo actualmente muy apreciada.

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