[dropcap]E[/dropcap]l análisis de una fotografía no está restringido al conocimiento de la técnica, también influyen los sentimientos personales que hacen que la interpretación tenga un componente emocional a la hora de valorar una exposición.
La mirada nos conduce a la aceptación, al rechazo, a la indiferencia, a la alegría, la tristeza, cuando miramos una sombra, un color, un objeto o cualquier otro cabo emocional atado al subconsciente: de este modo una misma fotografía ofrece diferentes lecturas en función de quien la mire.
En la primera fotografía, la persona casi escondida puede llevarnos a la nostalgia de una despedida, a la espera de un encuentro o a cualquier otro supuesto. Esta apreciación subjetiva aporta un peso específico a la valoración final que haremos cada uno de nosotros.
Siempre he pensado que la respuesta de quien reconoce el lugar fotografiado está atada a recuerdos concretos y que es más aséptica la opinión cuando se desconoce la ubicación.
Viendo la segunda fotografía, quienes conocen Salamanca están recibiendo una información adicional del entorno de la escalera, aunque el autor no lo incluyó, la memoria lo dibuja con detalle fotográfico, dato que no tienen aquellos que no pasaron por allí.
Dicen que la obra es de quien la crea hasta que está terminada, entonces empieza ser de quien la observa.
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