[dropcap]N[/dropcap]o le falta un punto de razón al líder del PSOE en Castilla y León, Luis Tudanca, cuando afirma que el gobierno de esta comunidad autónoma ha dejado de responder a la coalición entre PP y Ciudadanos que originalmente determinó su composición y ha pasado a obedecer al mero pacto entre dos “náufragos políticos”, el presidente Alfonso Fernández Mañueco y el vicepresidente Francisco Igea, abrazados en busca de su supervivencia política.
Sin embargo, la situación de uno y de otro respecto a sus respectivos partidos no es equiparable. Aunque el reciente relevo en la gerencia regional del PP ha desvelado que el primero sigue sin gozar de la confianza del aparato de la calle Génova (o dicho de otra forma: Pablo Casado sigue sin perdonarle su apuesta por Soraya Sáez de Santamaría en las convulsas primarias convocadas para suceder a Mariano Rajoy), lo cierto es que Mañueco es el presidente autonómico del partido, y lo es tras imponerse al hoy casadista Antonio Silván en las no menos convulsas primarias autonómicas para relevar a Juan Vicente Herrera.
Por el contrario, a Igea sí puede aplicársele con toda propiedad el calificativo de “náufrago” dentro de Ciudadanos. En esa condición quedó desde el punto y hora que naufragó en toda regla en la pugna librada con Inés Arrimadas tras el abandono del barco por parte del que había sido su patrón, el veleidoso Albert Rivera (que políticamente en paz descanse). Desde entonces, Igea permanece completamente desconectado de la dirección nacional y autonómica del partido, lo que no fue óbice para que haya mantenido intacto el control de la representación de Ciudadanos en la Junta, que pasó a ser absoluto tras la dimisión del anterior consejero de Empleo, Germán Barrios, y su sustitución por Ana Carlota Amigo.
En ese trance el vicepresidente de la Junta se deshizo del único consejero de Ciudadanos que no se prestaba a sus manejos, el mencionado Barrios, pero ello fue a costa de perder en la operación la bala de oro de la que hasta entonces disponía. Dicha bala no era otra que el control de cinco de los doce escaños con que cuenta el partido naranja en las Cortes, justo el número suficiente para poder agitar el fantasma de una eventual ruptura de la coalición con el PP y conformar, moción de censura mediante, una mayoría alternativa con los socialistas que mandara a Mañueco y los suyos a los duros bancos de la oposición.
Igea, en manos de Arrimadas.- La nueva dirección nacional de Ciudadanos jugó ahí sus cartas con gran habilidad y, al obligar a la amiga Ana Carlota a dejar el escaño (a lo que se sumó el abandono del suyo por parte del palentino Juan Pablo Izquierdo, nombrado director general dentro de la limpieza étnica emprendida en la consejería de Empleo), dejó a Igea en ínfima minoría dentro del grupo parlamentario naranja, donde únicamente la abulense Inmaculada Gómez y la segoviana Marta Sanz, le guardan relativa fidelidad, la primera por su proximidad al viceconsejero de Empleo, David Martín, del que heredó el escaño, y la segunda porque le debe el puesto (en la vida se verá en otra) de secretaria tercera de la Mesa de las Cortes.
Perdida esa bala de oro y por mucho que controle férreamente las cuatro consejerías en manos de Ciudadanos, la posición de Igea en realidad pende de un hilo. Bastaría con que Inés Arrimadas se dirigiera a Fernández Mañueco solicitándole el relevo del vicepresidente de la Junta y de todos o alguno de los demás consejeros para que el presidente de la Junta se viera obligado a prescindir del actual número dos del Colegio de la Asunción. Eso o hacer uso de la prerrogativa presidencial de disolver la Cámara y convocar elecciones anticipadas, una decisión que Mañueco no se atrevería nunca a adoptar sin el visto bueno de Pablo Casado, quien tampoco puede contrariar a Arrimadas, la lideresa del partido con el que el PP sigue gobernando las comunidades de Madrid, Andalucía y Murcia, amén de numerosos ayuntamientos empezando por el madrileño.
Hoy por hoy no está en los planes de Arrimadas provocar ese terremoto político en Castilla y León. Pero si a medida que avanza la legislatura constata que Igea y los afines que acaparan con él la representación de Ciudadanos en la Junta se están trabajando desde sus puestos una futura salida política al margen del partido naranja, la reacción lógica sería instar su desalojo y sustituirlos por elementos fieles a la dirección nacional de la formación. Y la sospecha de que el vicepresidente de la Junta se puede estar buscando un futuro lugar al sol en el PP de Mañueco flota cada vez más en el ambiente.
El trampantojo presupuestario.- Entretanto, la alta incidencia de la segunda oleada de la pandemia -373 brotes, se dice pronto, localizados a lo largo y ancho del territorio de Castilla y León- está dejando en un segundo plano los problemas estructurales que siguen lastrando a esta maltrecha comunidad autónoma. Esta es la fecha, y a tres semanas del plazo establecido en el Estatuto de Autonomía, nada sabemos sobre los que habrían de ser los primeros Presupuestos de la Comunidad elaborados por el actual gobierno autonómico.
Un gobierno que desde que se constituyó viene trampeando la ruinosa situación de sus arcas valiéndose malamente de las últimas cuentas aprobadas durante la etapa de Juan Vicente Herrera, y que, diseñadas para 2018, han venido siendo prorrogadas sucesivamente desde entonces. Disponiendo, al menos por el momento, de la mayoría parlamentaria suficiente para elaborar y sacar adelante esos nuevos Presupuestos del todo imprescindibles para afrontar la crisis de la Covid, el gobierno Mañueco sigue perdiendo el tiempo mareando la perdiz con el trampantojo de un hipotético pacto presupuestario con la oposición en realidad absolutamente quimérico.
Tras salir lo escaldado que ha salido del llamado “pacto para la reconstrucción”, lo último que se le ocurriría a Luis Tudanca sería prestarse a un acuerdo presupuestario que terminaría por difuminar su ya muy desdibujada imagen como alternativa de gobierno, más debilitada aún después de la demoledora crítica del alcalde de Valladolid -a decir de él, “el señor Puente” (sic), a la sazón portavoz de la Ejecutiva Federal del PSOE- a la labor socialista de oposición de la Junta. Por mucha pereza que le dé, Mañueco sabe que no habrá otro pacto presupuestario que el que él mismo tiene que lograr entre “las dos facciones” (Ana Carlota dixit) de Ciudadanos, una engorrosa negociación que lógicamente se ahorraría si la oposición socialista hubiera entrado al trapo de pactar las nuevas cuentas.