[dropcap]M[/dropcap]e encontré con un curioso e inesperado encargo. Escribir unas palabras con las que acompañar un mal momento. Aceptando con seriedad y vinculación, entendí que la emoción capital en una situación así, o al menos, alrededor de la que giran todas las vibraciones que somos capaces de balbucear, sentir o generar, sería la pena.
Me he tropezado varias veces con la misma, por vivencia personal o de una manera más cómoda y reflexiva. No, aquí no toca la empatía.
Me parece honesto y coherente sentir, es lo que nos hace humanos, es lo que no tienen los psicópatas si me permites. Si asomas por este rincón me atrevería a asegurar que tú no perteneces a ese “loco” grupo. Sentir. Eso es una cosa. Gestionar lo sentido otra que va justo a continuación, nunca antes, sería una temeraria manera de regular el latido, de templar la piel, de aclarar la vista, de abrigar con manta el lamento de la mente…
Y la pena. El octubre de las emociones, un otoño de cada era. A veces nos quedamos impactados con la caída de las hojas, con el abandono del color, con la tiranía del ocre. Supongo que se debe a esa costumbrista manía del ahora, de vivir el ya que tan buen marketing recibe y tan malos resultados otorga. Que se lo digan a la cigarra. Vive hoy, no sea que mañana… Aun con toda la tozudez que muestra la aguja arrastrando al hoy más allá de la barrera de las cero cero.
Nunca es cierto. La hoja caída es alimento para el siguiente brote. El tiempo, su plato.
Solícito, vine a escribir:
La pena duele pero también es buena.
Es intensa, es difícilmente llevadera.
La muestra última de que lo que pierdes vale y de que el tiempo vuela.
Un adiós sentido no es sino el lazo del regalo de lo vivido.
La muestra mejor del camino recorrido, del camino disfrutado, del camino que ahora llorado, ayer fue reído.
Suerte es que cuando la pena se asienta, el recuerdo no se marcha, el recuerdo queda.
Suerte es poder decir de un dolor que mereció la pena.
Para ti, para lo que sea, para cuando sea.
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