Nuevo hilo viral del médico e investigador del hospital de Salamanca, Miguel Marcos, sobre una pandemia que parece no tener un final cercano.
En él, realiza unas reflexiones sobre la situación actual del hospital de Salamanca, la cifra de ingresos en planta y en la UCI y la saturación del sistema sanitario y de los propios profesionales. Además, lanza una pregunta al aire, que todos estamos empezando a normalizar, y es preocupante, muy preocupante: «¿hasta qué punto nos hemos anestesiado y acostumbrado a esta maldita pandemia que 400-500 muertos a la semana pueden llegar a parecer que no estamos tan mal?».
Ésta es su reflexión en Twitter:
«Me pregunta hoy un amigo si es cierto que estamos tan mal en el hospital. La respuesta corta es que sí, que estamos muy mal. Pero hay que explicarlo más, porque a veces sorprende escuchar declaraciones que sugieren que no estamos tan mal. ¿Por qué pasa esto? Porque nos comparamos».
«Nos comparamos con marzo o con abril. Y marzo o abril fueron el horror. Lo inenarrable. Así que por supuesto no estamos tan mal como entonces. Y esperemos que nunca vuelva a ocurrir nada parecido. A cualquiera que estuviéramos en primera línea se nos encoge el corazón de pensarlo».
«Pero seguimos estando muy mal. Esto va por barrios, pero en Salamanca tenemos unos 150 pacientes ingresados. Y 25 pacientes en UCI. Y esto no es que sea mucho, es que es muchísimo, algo fuera de toda proporción y muy difícil de manejar. Nos debemos ni podemos acostumbrarnos».
«Para cualquier hospital, tener 150 pacientes ingresados a la vez por una misma enfermedad es algo totalmente inaudito. En Salamanca no ha ocurrido nunca, excepto en el pico de la primera ola (ahí multiplicamos esa cifra). Es un volumen enorme de pacientes. Y necesitan atención».
«Esa atención no es sólo la cama hospitalaria o de UCI, que también, es sobre todo el personal que les atiende. Y como no escapa a nadie, es imposible atender adecuadamente todo lo que atendíamos hace un año más los pacientes COVID-19. El sistema se satura y no funciona bien«.
«Por mucho que nos esforcemos, y aunque se garantice la atención de todos los procesos graves y urgentes, el funcionamiento del hospital al final se resiente. Sin olvidar el riesgo de contagio de pacientes que no tienen COVID-19 al aumentar el número de casos de forma global».
«Y el personal también se satura. Y también comienza a «funcionar» mal por puro agotamiento, estrés, y desánimo. No trabajábamos igual hace un año que ahora. Hay una carga física: turnos, guardias, llevar el EPI… Y una carga mental: riesgo de contagio, estrés y no ver el final».
«No ver el final está siendo de lo más desalentador en esta pandemia. En la primera ola nos volcamos en la lucha contra el COVID-19 como si fuera una carrera de 100 metros lisos, para descubrir unos meses más tarde que esto es una dura carrera de fondo. Y sin final en la lejanía«.
«En los hospitales podemos recibir a los pacientes que ingresan y tratarlos lo mejor posible, cada vez con más dificultades por la sobrecarga. Y tal vez haya algún tratamiento eficaz pronto y tal vez tengamos una vacuna en unos meses, pero de momento solo nos queda prevenir».
«La forma de controlar la pandemia ahora mismo está en la sociedad, no en los sanidad. Esperemos que pueda controlarse o llegar a un equilibrio, dentro de la gran sobrecarga que supone un «equilibrio» dentro de las cifras actuales. Sobrecarga enorme aunque, a veces, no lo parezca«.
«Y la pregunta clave, usando un dato que está al alcance de todos, sanitarios y no sanitarios: ¿hasta qué punto nos hemos anestesiado y acostumbrado a esta maldita pandemia que 400-500 muertos a la semana pueden llegar a parecer que «no estamos tan mal»?».