Opinión

Salvar la hostelería e hipergonadismo clínico

Foto. Pixabay

 

[dropcap]P[/dropcap]rimera premisa, permíteme un poquito de vergüenza porque estas ideas vengan más del bar que del hospital, escribo sobre lo que percibo. Estoy listo para esquivar cantazos.

Sonrojo por el uso clandestino de las palabras. Interesadas meretrices que buscan alcanzar el marquesado de marquesina, a resguardo de la gota del cielo y la brizna de poniente. Vaya yo por delante, como buen burro.

Un olé de mentira por el súper héroe de la barra vida. Se me llenan los ojos de sal diluida que recorriendo mis pómulos terminan por especiar la comisura de mis labios ante esa incesante avalancha de solidaridad. Enternecedor todo.

Solidaridad. Eso que haces por alguien que necesita ese algo que tú puedes hacer. Nada más, Lola. Una peseta. Entendamos que a ese alguien le resulta imposible o desconoce la materia o la manera de obtención. De primero de Barrio Sésamo.

Tras el masaje del término, propongo que palmas, plantas y cerebros lo destierren a un uso en literatura histórica o para el intercambio de sangre buena por café malo. ¿Qué pasó antes de que se muestre fundamental la visita de la solidaridad? Que algo se ha hecho con un par de glúteos. ¿Qué sobra cuando se asume necesaria? Falta de exigencia, irresponsabilidad y como causa de mi hípergonadismo, hedoegoísmo, su antítesis.

Tanto respeto como desinterés ante cada una de las reclamaciones escuchadas estos días. Ni rastro de intención de salvamento, solo huecos “qué hay de lo mío”. La vida contemplativa será aburrida o demoledora. Inocencia al igualar derecho y obligación. Me temo, titular de los ojos que leen estas letras, que eso solo torna justo en las córneas de quien posee carne y carné de influencer. Es fácil de entender, ¿verdad?

No podemos tomarnos unos gins pero sí coger el metro o el bus. No podemos irnos de excursión, finde o viaje pero sí a trabajar. Los pobrecitos bares y los riquitos hotelazos se van a ir a pique… Qué hinchazón. ¿Quieres ayuda? No te cortes. Adelanta tu reloj, exige pagar 5 euros por la mesa, la silla, vistas, paciencias, sonrisas, esfuerzos y responsabilidad de quienes lo hacen posible. El café es gratis. Deja los packs de 6 zumos de cebada o el tinto del lineal de tu súper, cómpraselos a tu psicólogo de la vida. Llévate también algo de picar anda, que solo beber embrutece. ¿Y con la grande? Tampoco te cortes, reserva y paga por adelantado para en cuanto puedas.

Solidarirdando. Hacer porque puedan seguir al otro lado de la puerta cuando haya escampado, su Ilustrísima. Respecto de transporte y labor, acúdase a la ventanilla correspondiente. Gobierno, Oposición y vecino de enfrente, son geniales receptores de nuestro mejor estiércol por habernos dejado sin chupito nocturno, pero la cuestión es si te apuntas a detener la hemorragia o nos la jugamos  al lento desangrado con el cubata de la mano.

Si se te ocurre algo más, déjalo en los comentarios, quizá sirva. También puedes insultarme. ¿Quién soy yo para cercenar libertades?

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