[dropcap]C[/dropcap]uando se acercaba diciembre, muchas conversaciones giraban alrededor de con quién ibas a cenar en Nochevieja o en Nochebuena o en qué casa celebrarías la Navidad o el Año Nuevo. Y, también, muchas respuestas eran: «Si me fuera a la cama el día 20 de diciembre y me despertara el 7 de enero…».
Lo que venía después, os lo podéis imaginar, que si no me gusta mi cuñada o cuñado, que si con mi hermano no me hablo, que si mi hermana,… que si la comida, que si,… que sí, que este año, nuestros deseos se han cumplido: No podemos celebrar la Nochebuena o Nochevieja de manera multitudinaria, como mucho de seis persona.
Ahora, esas personas que se quejaban de que siempre eran ellas las que llevaban el mejor manjar, -todos conocemos a unas cuantas-, serán las mismas que digan que estos gobiernos -España y Junta- nos coartan todas las libertades, que es injusto no poder compartir mesa y mantel con ese cuñado al que ‘adora’, aunque el año anterior se pusiera al otro lado de la mesa para no tener que escuchar, otra vez, el análisis detallado de un partido de fútbol de la década de los ochenta.
Yo quiero cenar con mis hermanos y mis padres, lo quiero este año y el anterior. Todos los años he querido cenar con ellos, pero no solo el día de Nochevieja o Nochebuena, quiero poder disfrutar de su compañía, de sus puntos de vistas, que no siempre coinciden con los míos, de sus comidas, que la mayoría de las veces me parecen fuertes o de la música que ponen mis sobrinos, que por supuesto está muy lejos de ser la que a mí me gustaría escuchar, pero este año, toca quedarse en casa, por eso mismo, porque quiero seguir celebrando con ellos muchas fechas significativas.
Quizá este año, hagamos realidad la canción de Sabor a ti de Danza Invisible… aquella que dice que comeríamos «naranjas en agosto y uvas en abril…»