[dropcap]P[/dropcap]ara mí ver fotografía es una invitación a jugar con la realidad, no siempre es necesaria la explicación del autor para apreciar la obra y aunque así fuese, si tuviese que contar lo que me explicaron, inevitablemente aportaría mi impronta, mi sentimiento, haciendo mía la explicación.
Estamos acostumbrados a ver exposiciones en las que nos informan con detalle sobre cada fotografía, bien con un folleto, una ficha técnica junto a la obra o alguien que nos ofrece una explicación. Es cierto que aportan datos que desconocemos y ayudan a entender la intención o el mensaje de la persona que expone.
Aun así, al salir de la sala habremos interpretado la explicación de manera diferente, en función del conocimiento o del interés de cada persona, pero hay otro factor que siempre nos acompaña y es fundamental para disfrutar de la fotografía, la imaginación.
Todos tenemos mil historias que escribir entre el sueño y la realidad. La fantasía, es sin duda una vía de escape, un recurso cerebral para desconectar de lo cotidiano, del cansancio, de la monotonía, de los problemas. Realmente cuando fantaseamos no estamos alimentando la imaginación, sino que estamos alimentándonos de la imaginación, el alimento de los sueños.
Me gusta pararme delante de una fotografía e imaginar el momento a mi manera, en cierto modo, lo comenté en alguna ocasión, la obra expuesta ya no es del autor sino de quien la observa, pues para eso fue creada, para ser observada, estudiada, analizada y también soñada.
Tal vez, la mayor satisfacción de una fotografía colgada, sea que traspasemos la pared.
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