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Opinión

New Balance 2020 S.A.

Imagen de Gerd Altmann en Pixabay

 

[dropcap]Y[/dropcap] no lo digo por la marca de zapatillas. Es por ayudarte con la valoración ahora que le quedan poquitas hojas al año éste tan curioso. ¿El año más raro quizá? ¿Qué es raro? Al final hemos de agradecerle que su tiempo nos haya otorgado la virtud de subir el índice de cumplimiento de propuestas brindadas a la luna de la Nochevieja anterior. Aquello de hacer deporte, leer, etc. Ojito con lo que se desea…

A mí me han quedado claras algunas dudosas sospechas y me han surgido algotras dudas en ciertas certezas. La más significativa de todas está en lo relativo a lo que somos tú y yo y a lo que somos en clave de nosotros y ellos. La individualidad y el grupo son siameses que no siempre se llevan demasiado bien. Se discuten constantemente y tiende a ganar la derrota. Un ejemplo sería el acuerdo al que llegaríamos afirmando que nos hemos portado bien individualmente pero el grupo, mal. Bálsamo individual contra la urticaria colectiva. Juguetes para todos los yoes, carbón para todos los demases.

Claro, todos somos parte interesadamente personalísima a la hora de relacionarnos con todo mal grupal. En lo micro surge la diversidad más extrema. Este año me va a haber costado tantos mil euros, tantos cientos de aventuras, tantas decenas de decadencias de relaciones sociales, etc. Alrededor de toda esa englobada individualidad han girado mis conversaciones conmigo mismo, optando en ocasiones por dejarme ganar como única salida para finalizar el duelo.

No termino de resolver, como con el huevo y la gallina. ¿A quién podemos exigir responsabilidades si todos nos comportamos bien como seres nones pero cuando nos agrupamos la liamos como Amancio? Los demás son lo peor. No va por ti, eh, los demás, digo.

Saciedad Anónima. Aquel movimiento socio-individual que tocó techo en 2020 exigiendo a la vez un mayor control sin tocar la libertad de movimientos. El año del loco debate entre casoplones y Borbones. El del campeonato de españolidad entre ibéricos no portugueses, del patriotismo basal en tiempos de paz. El de querer llenar hoteles sin vaciar hospitales. El año en que aprovechamos a discutir sobre el vaso a utilizar con el grifo abierto. Aquel período en que se quiso ser como Alemania pero sin actuar como alemanes. Cuando se exigieron normas generales que se adaptaran como guantes de látex a los individuos individuales. Cuando nos tuvieron que aclarar la diferencia entre allegado, amigo y desconocido.

2020. El año que no dejamos de quererlo todo, lo contrario e inmediatamente. El año en que exigimos la croqueta perfecta. Esa cuya crujiente costra fuera capaz de contener la sedosa y fina bechamel dentro de sí tras el primer mordisco. Esa que recién hecha está templada por dentro y por fuera.

El año, que como el año anterior y el siguiente, pasó de nuestros glúteos ofreciéndonos unas croquetas que estuvieron frías, otras que no fueron sino grumos de harina con jamón del regular y alguna que otra bien rica con la que nos quemamos el paladar.

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