[dropcap]P[/dropcap]arece que fue ayer, que les felicitaba la Navidad desde este mismo medio y hoy vuelvo a lo mismo. Les aseguro que no hay mucha gana, pero el calendario manda como lo hace tantas veces.
Este año no todos somos ‘elfos’, ni todos vuelven a casa por Navidad. Ni aquellas muñecas camino al portal podrán ir siquiera porque este puñetero año nos cambio la manera de vivir de casi todos nosotros y se llevó por delante la vida de muchos en la más absoluta soledad.
Quizás aquel Cuento de Navidad de Charles Dickens sea hoy más real que nunca y volver a aquella normalidad, en lo que lo normal era ponerle buena cara a la hipocresía de quienes en un alarde de generosidad te deseaba Felices Fiestas, sea algo que debamos de aprender. La moraleja que nos deja es francamente buena.
Esas sillas vacías de las que he hablado más veces volverán a ser mas visibles que nunca en demasiados hogares. Hogares que llevan tiempo tratando de volver a lo que nunca fue ni será normal. Normal no puede ser nunca que un menor sufra los desaires y la incompetencia de un sistema que deja al descubierto sus propias carencias siendo cómplice de esas sillas vacías.
Es la regla de oro, una vez más, lo que no te gustaría que te hicieran, no lo hagas a los demás. Tan sencillo como eso. Tan sencillo como atreverse a ser justos y no permitir el atropello a veces administrativo, en ocasiones judicial, en la mayoría social o todos ellos juntos que carga la mochila de piedras a quienes ya no pueden con ella.
Estas Navidades no serán fáciles para muchos, pero si especiales. Romperán todo aquello que habíamos conocido hasta ahora y aunque sea con desgana solamente me queda desearles una Feliz Navidad y proponerles que si brindan lo hagan por la vida acordándose de esa moraleja que nos enseño Dickens y que tanta falta nos hace.