Esta ha sido una Nochebuena atípica. Sin familia ni allegados, y casi sin ganas por eso de la pandemia y el riesgo máximo que se corre con las reuniones en espacios cerrados con no convivientes.
No estamos acostumbrados a las pandemias y todo nos coge de nuevas. También las fiestas de Navidad. Sobre a los que cumplen con las recomendaciones y prevenciones, que son la mayoría (si no ya habríamos ido a más entierros), porque al resto le da igual desde antes de que hubiera una pandemia.
Castilla y León ha sido una de las regiones más permisivas, por la situación epidemiológica, y se retrasó el inicio del toque de queda hasta la 1.30 horas del viernes.
El jueves por la tarde se apuró para hacer las compras de última hora y darse una vuelta por el centro antes de ir a cenar.
El trasiego para reunirse con familiares y allegados se notó, sobre todo, a la hora del regreso, porque había hora límite. A partir de la medianoche fue aumentando, fundamentalmente, el tráfico, y también se veía a algunos viandantes, pero menos, de regreso a su casa antes de incumplir el toque de queda.
Lo que haya pasado esta noche lo sabremos en un par de semanas.