[dropcap]M[/dropcap]ientras escribo esta columna, un programa de televisión bastante reivindicativo entrevista a una persona que lleva sin cobrar un ERTE desde hace meses. Ese titular también dice que casi 100.000 personas en España están sin cobrar los Ertes y con ello malviviendo entre lágrimas y esperanza.
Leo entre líneas que en 4 de cada 10 hogares no habrá juguetes, ya que los Reyes Magos, este año tampoco pueden traer ni una pelota a los habitantes más pequeños de esas casas. La ilusión de muchos niños depende de la caridad de otros, lamentablemente.
Así también los miles de camioneros, esos mismos que pusieron comida en las mesas y medicinas en los hospitales durante el confinamiento retenidos en Reino Unido, dependiendo de la solidaridad de los ‘Kurritos’ como ellos y dejados de la mano de quienes tienen la obligación de arreglar esos menesteres, tiempo que estos ocupan en tirarse los trastos a la cabeza o ver quien los tiene más cuadrados. No se trata de eso señores, se trata de buscar soluciones a los problemas que ya tenemos y los que se avecinan y no en Montepinar precisamente. La realidad de muchas familias, en este momento y en unas fechas que por las circunstancias que ya conocemos se vuelven difíciles de digerir.
Como a la mayoría de ustedes, me sobra este 2020. Viví lo que nunca pensé que pudiera ver. Vi partir gente querida y como se aferraban a la vida otros para no partir. Perdí amigos y leales compañeros de batallas y gané tiempo para dedicarle a los demás. Vi el sufrimiento y sufrí con el dolor de otros mientras cargo con el mío propio. Y me emocione con algo tan simple como una canción, que me llevo a tiempos mejores y lugares que nunca deben de ser olvidados y a los que me he puesto un plazo cercano para volver.
Un año que pasará a los anales de la historia como una marca tatuada a fuego para muchos y que deja lecciones importantes como para no seguir jugando a la ruleta rusa con la vida. Tampoco con la vida de los demás.
El año que muchos menores se sintieron aliviados en sus casas, con los coles cerrados, porque al día siguiente no recibirían ni los insultos, ni las collejas de aquellos que un día llamaron amigos. Y es que hoy en día el sentido de la amistad, para muchos es alegrarse y celebrar la desdicha de los demás, mientras le ponen buena cara y los apuñalan por la espalda. Para mí, les aseguro que la amistad es otra cosa y no a cualquiera llamo amigo.
Cambiamos todos los roles y pasamos de educar a nuestros hijos para que compartieran a decirle lo contrario, pero ¿saben qué?, nos enseñaron la mejor de las lecciones, lo que los adultos, no llegamos ni siquiera a considerar.
Un año para el olvido y también para la reflexión. No todo lo que está se pude ver, ni todo lo que se ve en realidad, está.
Por mi parte, desear que en los malos momentos se aferren a la vida y que esas estadísticas que nos deja este año desde tantos ámbitos no vuelvan a producirse nunca más.
No les deseo un Feliz Año, les deseo muchos años felices y que este año que entra, nos ayude a borrar las cicatrices que nos deja este año 2020, que ya acaricia su final.