[dropcap]M[/dropcap]e agrada mirar atrás y observar estos doce años de afición a la fotografía siempre con la pena de haber empezado en la era digital. Cuando converso sobre fotografía analógica, me limito a escuchar como quien se apunta de oyente a una asignatura sin poderse examinar.
Soy consciente de que todos tenemos un límite más allá de nuestra voluntad, de que el conocimiento general ayuda a comprender mejor la dinámica de trabajo, pero al final la intención se decanta hacia aquellos conceptos en los que tienes más seguridad. Esta seguridad a veces resulta tediosa, pues llegas a tener la sensación de no poder aportar nada más, cierras tu círculo creativo y poco a poco apagas la afición.
Todo trabajo puede evolucionar. Una buena opción es dejar unos días la cámara en casa, dedicarte a ver museos, exposiciones de fotografía, de pintura, escultura…navegar por algunos blogs y retomar las sensaciones que te provocan esas obras que te han hecho sentir algo especial y, como hacen los estudiantes de otras disciplinas artísticas, imitar para aprender. Comprender el porqué de quienes alcanzaron la gloria por encima de tu techo de cristal.
Estoy convencido que el desarrollo de la creatividad ayuda a conocer mejor nuestras circunstancias individuales, porque se avivan los sentimientos que configuran la personalidad. Este proceso otorga la motivación necesaria para salir del laberinto emocional y poder descifrar los códigos que despiertan la curiosidad, tan necesaria para avanzar.
Encontrar esta motivación es nuestro único techo de cristal, pues el éxito está en la satisfacción de saber que todavía tenemos mucho margen de mejora, que somos capaces de darnos otra oportunidad, de retomar la ilusión, de continuar aprendiendo, ensayando…y en comprender que el mayor triunfo es no tener firmada todavía nuestra mejor fotografía.
Porque todavía no tenemos firmado nuestro mejor año. Feliz 2021 y los que vengan.
El Blog de Pablo de la Peña, aquí.