[dropcap]E[/dropcap]n mis inicios criticábamos a una “casta médica” que tenía privilegios y poder. Un poder basado en que poseía conocimientos que el resto de la sociedad necesitaba y valoraba. El modelo sanitario estaba hecho a su medida. Esta casta fue sustituida por una “casta política” que tenía y tiene la legitimidad de haber sido votada por los ciudadanos para llevar adelante la gestión del bien común. Los ciudadanos, a través de ellos, se “apoderaron de la sanidad”… o eso creyeron porque lo que ha ocurrido es que el sistema que se pensó para servir a todos según su necesidad, acorde al conocimiento y a los recursos existentes es ya un medio de enriquecimiento de algunos en lugar de un elemento para redistribuir la riqueza entre todos. Es un objeto de consumo y es una forma de desigualdad.
Los políticos deciden sobre la sanidad en función del interés de la “casta socioeconómica” para la que parecen actuar. En lo grande y hasta en lo pequeño. Esta semana han cambiado todas las impresoras de los consultorios por otras nuevas. En el medio rural, equipamientos básicos como fonendo, otoscopio, linterna, electrocardiógrafo y su papel de repuesto etc., se necesitan no sólo en el Centro de Salud, sino también en consultorios y/o maletines. El sacyl no los proporciona y, sin embargo, cambia todas las impresoras que, aunque estaban algo gastadas, funcionaban.
Por su parte, los ciudadanos cada vez más, se relacionan con la sanidad en función de su capacidad de gasto, de su capacidad de presión y también de sus “enchufes” (regenerar las vías de acceso ¡qué necesario es!) .
[pull_quote_left]En el medio rural, equipamientos básicos como fonendo, otoscopio, linterna, electrocardiógrafo y su papel de repuesto etc., se necesitan no sólo en el Centro de Salud, sino también en consultorios y/o maletines. El sacyl no los proporciona y, sin embargo, cambia todas las impresoras que, aunque estaban algo gastadas, funcionaban[/pull_quote_left]Los daños causados afectan al corazón mismo de la sanidad pública: En su estructura física está siendo despojado de un patrimonio que pertenecía a todos (hospitales, centros de salud, consultorios, no se mejoran, envejecen). Los nuevos, en su mayoría ya no son de todos, están en manos privadas y se rigen por el mercado.
Hace unos días, en una cena en un entorno rural, un comensal comentaba: “Antes, el que tenía un hijo médico presumía mucho, pero ahora…ja, ja ,ja”. Me pareció muy ilustrativo de la realidad actual de los recursos humanos de la sanidad.
Al final de su larga formación, igual que toda su generación, se encuentran con un trabajo duro, arriesgado, con malas condiciones laborales, sin un mínimo de estabilidad o bien se encuentran el paro o el exilio.
Con la perspectiva de estar en el último tramo de mi vida laboral como médico y con la mirada puesta en los que comienzan su camino en esta profesión, me invaden sentimientos de temor pero también de esperanza.
Queridos jóvenes: ¡No decaigáis! Podéis ayudar a recuperar o a crear una forma de organización justa, científica y racional de cuidar a los enfermos, de aliviarles el dolor y el sufrimiento, de devolverles la salud. No sé cómo, pero sé que podéis, los médicos, porque es la esencia de esta profesión y, en general, porque os toca a vosotros contribuir a ello.
Concha Ledesma. (ADSP de Salamanca)
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