[dropcap]U[/dropcap]n equipo científico de la Universidad de Valladolid (Uva) liderado por el catedrático de Prehistoria Manuel Rojo ha constatado en la cueva de Els Trocs (Huesca) la trashumancia más antigua que se conoce en Europa, hace 7.300 años, gracias a una investigación de cerca de 25.000 restos animales, el 85 por ciento de ovejas, que evidencian una alimentación variada entre productos que solo podían encontrar en el Valle del Ebro y otros, principalmente pastos verdes, localizados en las zonas de alta montaña. Esto ocurre, en el 5.300 A.C., alrededor de 300 años después de la llegada de la domesticación ganadera a la Península Ibérica.
ICAL. Rojo aclaró en declaraciones a Ical que aunque el fenómeno trashumante es propio de la economía y sociedad de la Edad Media, la esencia del mismo, que es “ese movimiento altitudinal de los rebaños desde tierras bajas a los pastos de verano de las zonas montañosas”, fue practicado hace miles de años por los primeros pastores que se adentraron con sus animales domésticos en el Pirineo Axial, en la Alta Ribagorza oscense. “No se puede trasladar el mismo concepto a la Prehistoria. Pero en esencia, los rebaños pastan en valle y en verano a la montaña. Otra cosa es que a partir de 1212, con la victoria en Las Navas de Tolosa, hay una cierta paz y unificación política al norte de Sierra Morena y da pie al establecimiento de estas rutas”, argumenta.
Los resultados son “contundentes” ya que, a través del estudio de las pautas de sacrificio de los restos de ovinos acumulados en la cueva, a lo largo de los más de 2.000 años que estuvo ocupada de manera recurrente e intermitente, se detecta una “progresiva disminución de las muertes perinatales, un retraso en la edad de sacrificio de esta cabaña y, por tanto, la práctica de una gestión ganadera avanzada en la que el control creciente sobre la época de cría y la explotación de los pastos en altitud resultarían factores clave para aumentar el tamaño y la capacidad productiva de los rebaños”.
Los datos isotópicos registrados en la bioapatita del esmalte dentario revelan no solo que las ovejas recuperadas en la Cueva de Els Trocs vivieron a lo largo del año en ambientes ecológicos diferentes, pasando en el valle otoño e invierno y en la montaña primavera y verano, sino que también evidencian, por primera vez, la desestacionalidad del ciclo natural reproductor de esta especie.
Por su parte, los análisis de los paleoparásitos indican que la cantidad de parásitos por muestra de sedimento recogida a lo largo de la secuencia “aumenta en cantidad y variedad de helmintos conforme avanzamos en el tiempo”, lo que ha permitido corroborar el aumento de la actividad ganadera en el entorno de la cueva desde el neolítico antiguo hasta el neolítico medio-final y la relación de la movilidad de los rebaños con la expansión del proceso de neolitización y antropización de las zonas de alta montaña del Pirineo Axial. “Estamos, por tanto, ante la primera constatación científica de este tipo de explotación pecuaria en toda Europa en un momento muy temprano que el carbono 14 nos ha cifrado en unos 7.500 años aproximadamente”, sentenció Rojo.
Dicho de otra manera, los estudios elaborados por el equipo, del que también ha formado parte José Ignacio Royo Guillén, técnico arqueólogo del Gobierno de Aragón, sobre pautas de sacrificio de las ovejas, da la razón también al sistema de reproducción natural de las ovejas, que se denomina “fotodependiente”. Es decir, dado que las ovejas descienden de una especie de muflones del Próximo Oriente, con un sistema de reproducción como el de los ciervos, su proceso de gestación dura cinco meses, y que suele ser entre septiembre y octubre, al empezar la primavera, porque es “cuando hay más posibilidades de que estos animales sobrevivan al nacer”.
A lo largo de la secuencia se ha producido un cambio por la “intervención humana”, ya que ahora las ovejas paren dos veces al año, “una en Navidad para aprovechar el lechazo y otra en verano”. En los niveles más antiguos de la cueva de Els Trocs, cuando “el trato a las ovinos era más natural, muchos infantiles nacían en su interior”. La investigación, por tanto, ha permitido constatar que conforme avanzó el tiempo “se ve un cambio sustancial en la edad de muerte” y hay un control e intervención humana del rebaño.
Isótopos de carbono y oxígeno
Además, otra de las vías de la investigación se ha centrado en isótopos de carbono y oxígeno para calibrar lo que “uno come y bebe”. “Podemos saber, por la cantidad de carbono que se fija en el esmalte de los dientes, si ha estado uno en el mismo sitio o ha sufrido alteraciones en la dieta”, de ahí que también se observe el cambio de hábitat.
Para ello, y para sentirse lo más adentro posible del proyecto, el equipo liderado por Rojo realizó una trashumancia en 2016 desde Valle del Ebro al Pirineo con 2.000 cabezas. Al terminar, a dos ovejas que murieron se las analizó el carbono y oxígeno del esmalte de los dientes. “Vimos cómo había momentos en que el oxígeno era alto, el carbono alto, porque a lo largo del año ocupaban ambientes totalmente distintos, primero en valle y luego en la montaña. Lo sabíamos porque las ovejas eran actuales y lo conocíamos. Pero hicimos los mismos análisis en los huesos prehistóricos. Y nos dieron los mismos resultados”, se congratula.
El tercer argumento científico es el análisis de paleoparásitos. Se manifiesta en la secuencia de la cueva cómo aumenta el número de parásitos y la variedad por muestra. “Esto nos habla de que a lo largo de la secuencia hay un progresivo aumento del número de animales y la variedad de los parásitos. Habla de un mayor control por parte del hombre de los rebaños”, argumenta.
En resumen, prosigue Manuel Rojo, se trata de los primeros momentos de la introducción de la economía de rendimientos diferidos (agricultura y ganadería) en la Península Ibérica. Esta confirmación de este tipo de práctica pastoril “tan específica y especializada” en una fecha tan temprana, “permite aventurar que el Neolítico o los grupos neolíticos que aquí llegan, tras un largo periplo que comenzó en torno a 9.000 años en el Próximo Oriente, lo hacen con un gran desarrollo tecnológico y un bagaje cultural y humano de varios milenios y todo un continente recorrido”. Por ello, la práctica de los movimientos estacionales y en altitud descubiertos en Els Trocs “formaría parte de ese acervo cultural inmaterial conocido en época histórica como trashumancia, que el tiempo va arrinconando inexorablemente y cuyo futuro en nuestro país es hoy más que incierto”.
La investigación ha merecido su publicación en la prestigiosa revista ‘PLOS ONE’ (The Public Library of Science ONE), que profundiza en los trabajos de esta cueva, situada a más de 1.500 metros de altitud, en la localidad de San Feliu de Veri, en el Ayuntamiento de Bisaurri (Huesca). Este estudio multidisciplinar aúna la arqueología de la cueva con los análisis arqueozoológicos coordinados por Marta Moreno García, científica titular del Instituto de Historia del CSIC en Madrid, los análisis de isótopos de carbono y oxígeno sobre la bioapatita del esmalte de los dientes de ovejas llevados a cabo por Carlos Tornero, investigador del IPHES en Tarragona, y el análisis de los paleoparásitos hallados a lo largo de la secuencia estudiados por Alizé Hofman de la Universidad de Toulouse. El artículo se encuentra depositado en el enlace