Opinión

Bienvenido sea el apocalipsis

Imagen de Joshua Miranda en Pixabay

 

[dropcap]M[/dropcap]e gusta aprovechar para discutir la idoneidad de los adjetivos que acompañan a una circunstancia cualquiera. Me parece relevante, porque podemos liarla un poquito si nos convencemos por insistencia de que un huevo frito con patatas es lo mejor del mundo o que el día ha sido un desastre porque mi equipo ha perdido en el último minuto.

Y es que degustar un óvulo avícola al espasmo térmico en oro líquido vegetal es high level, por supuesto que sí, pero lo mejor del mundo… Y no cenártelo porque un injusto balón haya cruzado una línea de cal de forma inmerecida te haya quitado el hambre…

Maldita marcianidad mía, malditos mis globos oculares tendentes al ojiplatismo, malditos  ceruminosos pabellones auditivos. Este finde he quedado con una chica. Norteña, de rotundo carácter, capaz de helarte con solo susurro. Llegó vestida de blanco, le gusta hacerse notar. Así, tal cual es ella. Fría y directa. Sin preámbulos, sin juegos introductorios.

Estaba listo. Esperaba su llegada a última hora de la tarde del viernes, no más de un par de días que me dejarían la casa como acostumbran las visitas intensas. Un tanto desordenada por las cosas no cotidianas que recoger. Ya sabes, los disfraces de las ocasiones de celebrar.

Han sido días de fuego y calor, pero sí, también pisé la calle en su compañía, viene poco. Su sola presencia engalanó mi isla, el páramo sur, las laderas que esconden la carretera a Monte Alto… Recordé con ella el tiempo que vivimos en León, en su montaña amable y arbolada. Qué frío al otro lado de la ropa…

El domingo por la mañana estuve jugando con ella, con las manos desnudas, que suerte de tacto. Poco después de que se pusiera en marcha hacia su siguiente parada puse la tele. Todo me hablaba de ella. Aquí llega el punto de origen de todo lo que te quiero confesar hoy, la superlatividad, los grados máximos. Las imágenes de una blanca Madrid gustaron a mis ojos. Lo no normal es bonito, sí, como lo raro y lo infrecuente. Quizá por eso mismo. Bien con lo visto, lo oído fue un colmo. Apocalipsis dijo la voz en off. ¿Apocalipsis? ¿Hoy también?

Presto, acudí a mi teléfono. No para avisar a nadie a quien conceder mis últimas voluntades echas palabras sino para ver que decía la aplicación de la RAE acerca de él, o ella, no tenía claro su género. Me ofreció dos significados: 1. m. Fin del mundo. U. t. c. f. 2. m. Situación catastrófica, ocasionada por agentes naturales o humanos, que evoca la imagen de la destrucción total. Un apocalipsis nuclear. U. t. c. f.

Me di cuenta de que con ella, he sido testigo del fin del mundo por la destrucción total de las carreteras durante unas horas, la falta de sardinas frescas de un día, no haber podido ir a trabajar en fin de semana…

Filo, si lees estas letras, vuelve cuando quieras. Yo siempre te llamaré invierno…

 

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