[dropcap]E[/dropcap]stamos en la primera quincena de enero y ya hemos tenido sorpresas por todos los lados.Recién salidos de una Navidad austera y extraña nos topamos con todo tipo de noticias que darían para escribir muchos diarios.
No quiero pensar que 2020 ha dejado enseñado a 2021, pero ‘apunta maneras’, porque apenas recién estrenado nos está enseñando ‘caras’ que ya habíamos visto antes y no precisamente sonriendo.
Llegó la tercera ola la de la Covid-19, asaltaron el Capitolio de Estados Unidos y la borrasca Filomena nos mostró su ‘carácter’, dejando en la estacada a tantas personas que hizo que la gente solidaria volviera a mostrar su cara más bondadosa, quitando nieve u ofreciendo comida y mantas.
Pero, también la que muestra una minoría que ha aprovechado esta situación para romper esos coches 4×4 que pagando de su bolsillo todos los gastos, se aventuraron a trasladar sanitarios, enfermos o cualquier persona que necesitara su ayuda, al igual que aquellos que han asaltado a esos camioneros estancados en la nieve con una vida ya de por si dura, para llevarse la mercancía como cuatreros con alevosía y si me apuran con nocturnidad .
Así pagan muchos el esfuerzo de otros que, anteponiendo su bienestar, dan lo que tienen para ayudar en los peores momentos y así se le dan las gracias.
Violencia gratuita es la que nos ha enseñado también el Año Nuevo, en esta ocasión a un menor de 16 años y con Autismo. Imágenes grabadas y jaleadas por otros menores, mientras es agredido, humillado y robado. Violencia es violencia, venga de quien venga y de donde venga. Lamentables acciones que vuelven a poner de manifiesto una vez más el rumbo que toman las cosas cuando no se paran a tiempo.
Había muchas ganas de perder de vista el 2020 y, sin embargo, vemos que poco ha cambiado ‘la cosa’, seguimos con un futuro incierto, saltando de fase en fase, viendo la nula empatía y la falta de educación, mientras los alumnos se congelan en las aulas y volvemos a llenar el árbol de los deseos de todo aquello que no se puede comprar.
Dicen que después de la tormenta, siempre llega la calma. Por experiencia, les digo que no. Ojalá me equivoque.