Opinión

El órdago del toque de queda, una huida hacia adelante en clave PP

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Los policías en la Plaza Mayor vigilando el toque de queda a las 20.00 horas en enero. (Ical / Susana Martín)

[dropcap]A[/dropcap]unque resulta de una obviedad manifiesta que la «ayusada» de Alfonso Fernández Mañueco de adelantar por las bravas el horario del toque de queda ha constituido una descarada cortina de humo extendida con el inequívoco propósito de desviar la atención de su grave responsabilidad política en la virulenta irrupción de la tercera ola de la pandemia en Castilla y León, no es menos cierto que una maniobra de tal alcance, que ha conllevado todo un pulso político con el gobierno de la Nación, no sería explicable sin la conflictiva relación que mantiene el presidente de la Junta con la cúpula nacional del PP. 

Mañueco e Illa.

Casualmente, el órdago de la Junta al gobierno Sánchez se activaba justo un día después de conocerse que la dirección nacional del PP había incoado un expediente a los máximos responsables del grupo  popular de las Cortes -que no son otros que el propio Mañueco, que lo preside, y el portavoz, Raúl de la Hoz– a causa de la contratación del ex gerente regional del partido, Pedro Viñarás, como «asesor en estrategia política». Dicho contrato, una sinecura de 73.211 euros brutos anuales con cargo a la subvención de110.000 mensuales que ingresa el grupo de la institución parlamentaria- había causado estupor e indignación en Génova, toda vez que el susodicho había sido relevado de su puesto el pasado mes de agosto por iniciativa de la dirección nacional, que, pese a fundamentar el relevo en el cumplimiento de la edad de jubilación, acabó pactando un despido saldado con una indemnización próxima a los 70.000 euros. Fernández Mañueco no se ha caracterizado jamás por su arrojo político. Todo lo contrario, es un político que siempre ha pecado de prudente, de pacato e incluso de pusilánime. Todo lo contrario que el vicepresidente de la Junta, Francisco Igea, cuya debilidad por meterse en todos los charcos y embarrar el terreno con continuas broncas políticas solo es comparable con su patológico afán de protagonismo. Como reza el refrán que dos que duermen en el mismo colchón se vuelven de la misma condición, habrá quien piense que Mañueco se ha contagiado del estilo Igea, pero personalmente creo que la clave de esta huida hacia adelante responde a su complicada situación dentro del PP.

Pedro Viñarás

Sin duda, dicho expediente constituye un salto cualitativo en la conflictiva relación entre la cúpula nacional del partido y el presidente del mismo en Castilla y León, cuyos roces han sido continuos desde que Casado se hizo con la presidencia nacional del PP en unas primarias en las que Fernández Mañueco, arrastrado por su compadre Fernando Martínez Maillo, entonces coordinador general y responsable nacional de Organización, se decantó a favor de Soraya Saéz de Santamaría. Lejos de ir cerrándose, la herida abierta entonces se ha ido gangrenando a causa de sucesivas fricciones (entre otras, el nombramiento del todavía presidente del PP de Valladolid, Jesús Julio Carnero, como consejero de Agricultura, y la contratación de la ex senadora por León Esther Muñoz como asesora del presidente de la Junta), la última de las cuales ha girado en torno a Viñarás, quien viene a ser como un hermano del alma para Mañueco.

De ahí que el secretario general del PP, Teodoro García Egea, máximo responsable de la estructura interna del partido, se tomara casi como una afrenta la repesca «laboral» de Viñarás y haya instado -ni que decir tiene que con el visto bueno de Pablo Casado– la apertura de un expediente por si dicha contratación constituyera «una desobediencia a los órganos de gobierno y representación del partido». Y a tal efecto el instructor designado por el Comité Nacional de Derechos y Garantías (lo que toda la vida se ha conocido como Comité de Disciplina) ha requerido tanto de Mañueco como de De la Hoz las correspondientes explicaciones

Casado y Egea.

La fortaleza interna de Mañueco se sustenta en primer lugar en el respaldo abrumador de que goza en tres de las nueve provincias: Salamanca, Zamora y Segovia. La primera es su cuna y constituye un feudo inexpugnable. La segunda sigue siendo el coto del compadre Maillo y la tercera permanece bajo el control del secretario regional del PP, Francisco Vázquez, si bien Casado introdujo una cuña a través de Pablo Pérez Coronado, actual senador y enésimo candidato del PP fracasado en el intento de arrebatar al PSOE la alcaldía de Segovia.Casado y Egea se han propuesto desalojar a Mañueco de la presidencia regional del partido y para ello se disponen a lanzar toda una ofensiva en los próximos congresos provinciales del PP, claves para poder ganar las posteriores primarias autonómicas que dirimirán el liderazgo del partido en la comunidad. Y la batalla va se presenta encarnizada. Hay quien ha vinculado la repesca de Viñarás con este escenario, atribuyendo al ex gerente una importante capacidad de influencia entre los cuadros provinciales del PP. En absoluto. Dicha influencia ha sido muy limitada cuando era gerente y ha pasado a ser prácticamente nula cuando ha dejado de serlo. Su poder interno no radicaba tanto en el desempeño de la gerencia como en su condición de tesorero, puesto que conserva, que le convertía y le mantiene como cooperador necesario de los tejemamanejes con las cuentas del partido y en especial con la subvención al grupo parlamentario que sufraga su actual sinecura que tantas ampollas ha levantado en Génova.

Borja García Carvajal

En este contexto, el órdago del toque de queda le ha servido a Mañueco para reafirmar su autoridad frente a Casado, quien además se ha visto colocado en una incómoda situación, tanto por ponerse de relieve la disparidad de criterios entre las comunidades gobernadas por el PP, como por sus reticencias a apoyar en el Congreso de los Diputados la modificación del estado de alarma a la que va a terminar conduciendo la iniciativa de la Junta. En las otras seis provincias el partido está dividido entre los fieles a Mañueco y los alineados con Casado, quien aprovechó las pasadas elecciones generales para colocar afines en el Congreso y el Senado. Caso muy especial es el de Valladolid, donde se intenta una candidatura de consenso encabezada por el presidente de la Diputación, Conrado Iscar, antigua mano derecha del antes mencionado Carnero, obligado en su día a ceder la presidencia de la institución provincial tras una enfrentamiento a cara de perro con Génova. El nuevo gerente regional, Borja García Carvajal, lidera al sector casadista, en el que se alinean los cuatro parlamentarios nacionales del PP vallisoletano, los diputados José Ángel Alonso y Eduardo Carazo y los senadores Alberto Plaza y Mercedes Cantalapiedra.

Harina de otro costal es el caso del desquiciado y desquiciante Igea, que se sabe absolutamente deshauciado dentro de Ciudadanos y es consciente de que, más pronto que tarde, seguramente nada más celebrarse las elecciones catalanas, Inés Arrimadas le va a apear de la «sillita».

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