[dropcap]N[/dropcap]o les voy a contar que estamos metidos de lleno en la tercera oleada del COVID, que posiblemente será tan mortífera como la primera, y aunque no parece importar demasiado a los incompetentes que podían haberla evitado, o al menos minorado, en las próximas semanas el número de muertos aumentará cada día hasta cifras difícilmente soportables.
Hoy les invito a imaginar que las cosas han podido ser diferentes. En ocasiones, pensar que las cosas podrían haber sucedido de otra forma, nos ayuda a reflexionar y abrir o ampliar nuestros horizontes mentales y, ahora, es más necesario que nunca no dejarse manipular y pensar por uno mismo.
Imaginen que allá por el mes de enero de 2020 ante las noticias que llegaban de China, y poco tiempo después desde Italia, nuestros gobernantes hubieran sido conscientes de la tragedia que se nos venía encima y se hubieran puesto manos a la obra para ofrecer una respuesta unitaria de todas las administraciones públicas, una respuesta basada en las recomendaciones de los expertos en salud pública y enfermedades infecciosas, una respuesta que tuviese como único objetivo proteger a la población y a los profesionales que pocas semanas después deberían enfrentarse al virus, una respuesta unitaria que salvase miles de vidas.
Imaginen también que desde el primer momento se hubiera reforzado el sistema sanitario público, tanto con recursos humanos como técnicos, en base a criterios de eficacia: lo primero lo más necesario, que además se gestionase de forma eficiente. Nada de decisiones fáciles y fotos para la galería recibiendo aviones o inaugurando obras faraónicas sino contratando personal sanitario para los sitios donde verdaderamente se necesitaba, es decir en centros de salud y hospitales que ya estaban funcionando con eficiencia.
Imaginen también que transcurrida la primera ola de la Covid 19 nuevamente todas las administraciones hubieran consensuado como realizar una desescalada organizada, sin precipitaciones, y que todos hubieran consensuado las responsabilidades de cada administración: estatal, autonómicas y locales, para controlar conjuntamente un proceso complejo que debía tener en cuenta los intereses de salud pública, pero también los intereses sociales y económicos del país y, dada su importancia, hacerlo sin precipitaciones, escuchando en esta fase tanto a expertos sanitarios como a expertos económicos. Una desescalada en la que la prioridad siguiera siendo salvar vidas y afrontar racionalmente el problema económico que, inevitablemente se iba a producir.
Imagínense que los responsables de los sectores económicos hubieran entendido que el virus es imparable y que era mejor apoyar las medidas restrictivas necesarias en el corto plazo para salir de la pandemia cuanto antes y salvar a medio plazo la economía, es decir salvar miles de empresas y cientos de miles de puestos de trabajo.
Imagínense que se hubiera aprovechado el periodo de bonanza, la tregua concedida por el virus durante el verano, para poner en marcha las leyes que se echaron de menos en la primera fase de la pandemia, leyes que permitieran coordinar mejor la respuesta, leyes de orden público que evitasen o definiesen mejor un nuevo estado de alarma, pero garantizasen el cumplimiento de las normas y hubieran evitado la tercera ola, o leyes sanitarias que pudiesen coordinar las respuestas sanitarias ahora y en el futuro, por ejemplo, la creación de una Agencia Estatal de Salud Pública fuerte, profesional y autónoma, o una Autoridad Independiente de Responsabilidad Sanitaria (AIReS) para el establecimiento de prioridades en políticas de salud y el diseño de intervenciones sanitarias basadas en la mejor evidencia científica disponible y en valores sociales consensuados, o una Agencia Estatal de Compras Sanitarias para evitar lo sucedido en las primeras fases de la pandemia donde gobierno y autonomías compitieron entre si y además se perdieron en el mercado persa (más bien chino) de los suministros sanitarios.
Imagínense que se hubiese previsto con antelación suficiente la llegada de la vacuna y se hubiese coordinado los criterios de priorización de su administración a los distintos grupos de población, en función del riesgo de cada grupo y también se hubieran dispuesto los recursos necesarios para poder vacunar a toda la población en un periodo corto, tres meses, por ejemplo, algo que hubiese sido perfectamente posible aplicando los recursos presupuestarios necesarios para contratar el personal de enfermería y formarlo para poder vacunar de una forma eficiente y, puestos a imaginar, imaginen un respeto riguroso del orden de vacunación y que ningún sinvergüenza se aprovechase de su puesto político o militar para vacunarse sin que le correspondiese.
Por último, les pido un nuevo esfuerzo imaginativo: imaginen que con todas estas medidas el impacto de la pandemia habría sido mucho menor, el número de muertos y de familias rotas habría disminuido notablemente, imagínense que antes del próximo verano la economía habría repuntado, el paro y la pobreza habrían disminuido para mucha gente que lo está pasando muy mal, y que ya la pandemia sería un mal sueño y la vida recobraría lenta y progresivamente la normalidad.
Pues todas estas imaginaciones, o al menos una parte importante de las mismas hubieran sido posibles, algunas son aún posibles, si nuestros gobernantes pensasen más en los ciudadanos que en ellos mismos y además fueran capaces de entender que significan honradez, eficacia y eficiencia, criterios perfectamente aplicables al ejercicio político, un ejercicio que no es ningún arte ni tampoco ninguna ciencia, pero que exige del sentido común para ejercerla a favor del pueblo y mucho más aún cuando cobran jugosos sueldos por ello. De eso trata la democracia ¿no?
Lo peor es que después de leer este artículo nos pueda parecer a todos solo un ejercicio literario y que cosas tan normales y lógicas nos cueste hasta imaginarlas, porque entonces nunca exigiremos cuentas por lo sucedido, ni judiciales ni políticas, es decir que todo les habrá salido una vez más gratis. Piénsenlo.
1 comentario en «Lecciones políticas de la Covid»
Artículo larguísimo y ni una palabra sobre la histórica cicatería del gobierno de la Junta de CyL con la sanidad pública (especialmente en Salamanca)? En esta provincia algún año nos enteraremos de que llevamos más de 20 años con las competencias transferidas??? Que la actual Consejero y Vicepte (médicos) aún no se han atrevido a reconocerás evidentes limitaciones de SACyL???? Que en Salamanca llevan más de 20 años para ejecutar las obras de un hospital y aún no han terminado???? Nos vamos a atrever a dar NOMBRES????? MAÑUECO, CASADO, IGEA, etc, etc