Opinión

El ejercicio de la medicina: ¿Ciencia o arte? (I)

Imagen de Angelo Rosa en Pixabay

 

Se ha hecho espantosamente obvio que nuestra tecnología ha excedido nuestra humanidad.
Albert Einstein

 

[dropcap]¿[/dropcap]La medicina es una ciencia o un arte? Desde hace mucho tiempo el mero enunciado de la pregunta supone abrir un debate filosófico acerca de la forma de entender, aprender y ejercer la medicina, planteado explícitamente ya por Arnau de Villanova en torno a 1300, pero que ya estaba latente en la obra de Galeno o Avicena. 

La medicina es una ciencia. ¿Pero qué tipo de ciencia? En la actualidad no cabe duda que la medicina es una ciencia, no una ciencia exacta, tampoco una ciencia natural, pero si una ciencia y, además, una ciencia cada día más compleja por los innumerables avances científicos y tecnológicos en los que se apoya. No existen muchas dudas respecto del carácter científico de la medicina y el peso que la ciencia seguirá teniendo en su futuro, pero cuando un médico atiende a un paciente realiza más un “acto médico” que un “acto científico”.Otra cuestión que adquiere mayor importancia cada día es su transformación en una ciencia social, un eslabón de la cadena del bienestar, por lo que limitar el concepto científico de la medicina a las ciencias naturales es más que nunca un concepto reduccionista.

La medicina es un arte. Hoy no está tan clara esa afirmación que, por sí sola, no se sostiene si la entendemos en el sentido literal de la palabra arte, aunque sus más fervientes defensores entendían bajo el concepto de “arte” que el médico debería tener ciertas características para ejercer su profesión, características relacionadas con la interpretación de los datos clínicos aceptando la incertidumbre, subjetividad y variabilidad de su ejercicio profesional, adaptándolo a cada paciente y a las circunstancias que rodean a ambos, ejercida con valores humanísticos como altruismo, integridad, empatía y confiabilidad donde la moral y la ética juegan un papel importante. 

La medicina es una ciencia y un arte. ¿Demasiado pomposa la afirmación? Posiblemente, pero esta afirmación, tan querida por ilustres figuras de la medicina de mediados del siglo pasado, como Gregorio Marañón o Carlos Jiménez Díaz, se basaba en el sentido de que el médico debe tener,además de conocimientos científicos, un sexto sentido para interpretar los datos y además habilidades para ejercer su profesión con valores humanísticos. Jiménez Díaz escribía en 1954 en su libro El médico explorando al enfermo: “es absurdo pensar que los problemas del hombre enfermo puedan resolverse prescindiendo de lo más humano de que dispone el médico, de sus sentidos, de la percepción inmediata. El consenso popular para alabar el interés del médico por un enfermo ya suele decir: puso en él sus cinco sentidos”.

Basar la práctica médica exclusivamente, o incluso principalmente, en el desarrollo de la ciencia y la tecnología, implica el riesgo de olvidar que el objetivo esencial de dicha práctica es la atención prestada por un ser humano a un semejante que sufre. En la actualidad, la ciencia y el uso de los nuevos recursos diagnósticos y terapéuticos están modificando radicalmente el modo en el que se practica la medicina. Basarla exclusivamente en la evidencia científica conduce hacia un modelo de materialismo reductivo de la salud y la enfermedad.

El mejor médico es el que, provisto del conocimiento científico se acerca al paciente dotado de juicio clínico, comprensión y compasión humana, ingredientes principales de ese “arte”.Sin embargo, en la actualidad los médicos están muy bien preparados en ciencias, pero poco en las habilidades sociales y de relación con sus pacientes como seres humanos y muy poco en la práctica social con la comunidad. Escribía el Dr.  Guillermo Jaim que el arte se refiere a “una actitud del clínico frente a la naturaleza y al paciente, que es muy similar a la del artista ante la naturaleza y a su creación, que concluye en la construcción del juicio clínico experto”.

No parece que este concepto del ejercicio de la medicina vaya a tener mucho espacio en el futuro. En primer lugar, porque se ha perdido la relación médico-paciente en gran medida,ya que en la mayoría de las ocasiones a un único paciente y para una misma enfermedad lo suelen atender diversos médicos, especialmente en el ámbito hospitalario, pero también en gran medida en la atención primaria, que era el último reducto de una estrecha relación entre el paciente y “su médico de toda la vida”. Incluso la medicina de familia,una especialidad que tenía esta relación como bandera, ha perdido en gran medida esa estrecha y cómplice relación. En segundo lugar, porque los nuevos estudiantes y médicos jóvenes reciben una formación científica intensiva, pero escasa o nula formación acerca de la importancia de la relación humana, personal e intransferible de confianza entre el médico y el paciente.El carácter social del ejercicio profesional también hace tiempo que se perdió por el camino.

En los planes de estudio de las facultades de medicina estos aspectos apenas se tocan, más allá de unas lecciones teóricas metidas con calzador en una asignatura concreta, generalmente psicología, cuando deberían formar parte del núcleo formativo y tener carácter transversal, y lo mismo sucede en los programas de formación de los médicos residentes, que tampoco reciben mucha formación al respecto durante su periodo de residencia y, desde luego, “no la maman” de sus compañeros mayores con los que se forman.

Edmund Pellegrino, un médico argentino ya fallecido escribía que “la medicina es la más humana de las ciencias y la más científica de las humanidades”. Sería muy importante no perder la primera idea de dicha definición, a la vez que se profundiza en la praxis social de la misma y en su dimensión ecológica, en base a la estrecha relación de la vida y la salud con el medio ambiente. Sin embargo, no parece que ese sea el camino que sigue la medicina desde hace años y tampoco se observa voluntad de recuperar su esencia. Es posible que en el futuro no sea una ciencia natural, ni una ciencia humana, ni una ciencia social, sino únicamente una ciencia técnica.

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