Opinión

Mandamiento número 3

Imagen. Pixabay

 

[dropcap]L[/dropcap]o de celebrar viene de lejos, evidentemente. Al principio fue la naturaleza, ajena a cualquier fe. Después llegarían los grandes textos. Aquel que incluye aquello de santificar aquellas fiestas, por ejemplo. Entiendo que enumerar una serie de grandes leyes para todos los vivos era en su momento muy necesario para conseguir un cierto orden conductual. Y desde luego, el 10 es un gran número, con mucho simbolismo. Como nota, la mejor. Quizá por eso…

En alguna ocasión me he visto debatiendo acerca de si no serán, quizá, esos 10 mandamientos la base entorno a la que se describen todas las leyes con las que nos regimos unos milenios después en nuestra cultura. Quiero decir, que se han ido matizando, evolucionando, completando y actualizando, unas más y otras menos, pero si nos ponemos a rascar, no tardaríamos en tropezarnos con ellos, por muy sofisticado que pueda parecer el vocabulario del código civil. Pero esa no es la discusión del día. Vamos con el tercero, aprovechémonos de él más bien, en una interpretación pagana y egoísta de la idea de celebrar.

¿Dónde radica la importancia de una efeméride? Quiero decir, ¿dónde está el mérito de algo tan aleatorio como, por poner un ejemplo, que tú hayas nacido? ¿Cuál es exactamente el evento a celebrar, que es lo que en realidad merece fiesta? ¿El final de unas contracciones? ¿Que la pelota azul pequeña ha comenzado o terminado una vuelta completa a la pelota amarilla grande? Que sí, que sí, pero, ¿qué es lo que hay que celebrar exactamente?

Siempre me ha resultado sorprendente que haya quien se pida el día en el trabajo. No es ninguna crítica, simplemente me parece curioso, porque no encuentro el mérito en haber nacido. En mi caso concreto, no hice nada especial, de hecho todo lo que sé me lo han contado. Tantas veces ya que tomo la historia como cierta. Pero sin mérito. Seguramente me pasé el día llorando por hambre, suciedad o vete tú a saber.

Da igual el porqué. Lo importante es el hecho de celebrar. Me inclino a pensar que se trata de un ejercicio de memoria. Eh, estoy aquí porque llegué, o me trajeron y fíjate en lo que me he convertido desde entonces. Sirve para subordinar tu existencia en las existencias de los demás, los íntimos, los cercanos, mis queridos allegados y algún lejano. Un ejercicio para la memoria, para honrarla a ella y a nosotros, los unos a los otros, por turnos. En orden.

Destacando pues mi absoluta falta de mérito para celebrar nada en concreto, en el día que coincide en fecha con el notable acontecimiento de mi nacimiento, mi deseo general es que te falte espacio para apuntar efemérides en el calendario. Que te sobren memorias. ¿O acaso no hace hoy concretamente un tiempo concreto de aquello que hiciste, y esta vez sí, con mérito?

Y a la vez, ¿y si hoy no es más que el comienzo de la cuenta atrás para una nueva efeméride?

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