[dropcap]A[/dropcap]unque he elegido la fatídica Ley de Murphy para resumir el estado de cosas de la política española en general y de la de Castilla y León en particular, nada mejor para describir la situación que dos de las célebres frases atribuidas al genial Groucho Marx. Una de ellas es tan lapidaria como vigente: “La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados”. La otra es también sobradamente conocida: “Estos son mis principios, pero si no le gustan, tengo otros”.
Esta última, que dentro de Ciudadanos lleva camino de convertirse en lema, es aplicable en mayor o menor medida a toda fuerza política que esté en el poder o aspire a estarlo, como acaban de demostrar asimismo el PP y el PSOE a partir del artefacto político detonado en Murcia con inmediatas ondas expansivas en Madrid y Castilla y León. (Aunque Podemos es actor secundario en este deplorable espectáculo, la formación morada no se libra precisamente de ninguna las dos sentencias marxianas. Es más, en el caso de Pablo Iglesias, más que buscar problemas, su afán consiste en crearlos, las más de las veces artificialmente).
En los 20 meses que lleva ejerciendo su triple cargo en el gobierno que preside Fernández Mañueco, el candidato de Ciudadanos a presidir la Junta y antes frustrado aspirante a lo mismo por la desaparecida UPyD de Rosa Díez, ha demostrado ser el político más abyecto, atrabiliario, deleznable, ególatra, histrión, mendaz, nefasto, nefando, pendenciero, tramposo y trilero de cuantos ha conocido esta desdichada comunidad autónoma en sus 38 años de existencia.¿Qué les voy a contar a estas alturas de Ciudadanos en Castilla y León? Su impostura en materia de regeneración democrática ya quedó patente durante la anterior legislatura, y eso que estaba todavía en la oposición y Francisco Igea andaba centrado en su escaño del Congreso de los Diputados, sin participar directamente en la política autonómica. A los Fuentes, Castaño, González Rodrigo y compañía se les veía venir de lejos. Antes de las elecciones de 2019 avisé de que en el horizonte político solo se vislumbraba algo más negativo que un nuevo gobierno monocolor del PP en la Junta: Uno de coalición compartido entre PP y Ciudadanos. Profecía lamentablemente cumplida.
La anterior retahíla de adjetivos, expuesta por riguroso orden alfabético, podría extenderse de forma inacabable, pero para resumir y parafraseando a Jesulín, en dos palabras diríamos que Igea es un político im-presentable indigno de ejercer la menor responsabilidad pública. El daño que ha hecho y pretende seguir haciendo a Castilla y León y a la convivencia política y ciudadana de castellanos y leoneses no tiene parangón.
En menos de dos años ha superado ya ampliamente en ese triste papel a otro político tan sumamente pernicioso como su antecesor, el decrépito Joseantonio de Santiago-Juárez, alias “El Pica” o simplemente “Pica”, hoy resignado concejal y frustrado alcalde de Valladolid en la sombra. Y si se incluyera como modalidad de corrupción política la de hacer desde el poder exactamente lo contrario de lo que se ha propugnado en campaña electoral para embaucar al votante, estaríamos ante un corrupto político de libro.
Pero es que el núcleo duro del sector oficial afín a Arrimadas no es de muy distinta catadura. Su falta de escrúpulos quedó demostrada con el obsceno reparto de poder derivado del “pacto de la rapiña”, mediante el cual, aparte de los cargos y prebendas obtenidas en la Junta y en las Cortes, tuvieron el cuajo de exigir al PP la alcaldía de Palencia (ayuntamiento en el que tienen 3 de los 25 concejales) y la presidencia de la Diputación de Zamora, a la que se aupó su único representante en la institución, el heroico Francisco José Requejo.Entre los altos cargos de las cuatro consejerías que controla, los funcionarios de libre designación y el personal eventual contratado a dedo, constituyen legión los que le deben el puesto en la Junta, entre ellos el grupo de secuaces pillados el pasado miércoles vulnerando la normativa anti-Covid en una terraza próxima a la sede de las Cortes, donde se solazaban tras una mañana en la que todos ellos sintieron que la camisa no les llegaba al cuello (excepto la amiga Ana Carlota, “La dama de las orquídeas”, que lucía jersey de cuello vuelto).
Una moción contraproducente con posible efecto bumerán.- Sobre la moción de censura del PSOE, me reafirmo en lo expuesto aquí el pasado jueves, si bien añadiré alguna otra consideración. Aunque Tudanca y los suyos venían amagando con ella, la iniciativa ha estado completamente fuera de lugar, entre otras cosas porque constituye una manifiesta irresponsabilidad presentar en plena pandemia una moción sin contar de antemano y por escrito (por no decir, tras lo ocurrido en Murcia, sellado ante notario) con los votos necesarios para que prospere. Si la decisión de presentarla fue de Tudanca, el jefe de la oposición en Castilla y León ha faltado a su palabra -eso que tanto reprocha él a Mañueco- y ha demostrado ser un pésimo estratega. Si la decisión se tomó en Ferraz o en La Moncloa y él se limitó a acatarla, estaríamos ante un líder sin personalidad y sin margen de autonomía para anteponer los intereses de esta comunidad a los de la cúpula de su partido. Ninguna de las dos opciones le deja en buen lugar.
Pero es que además Tudanca y su número tres, la secretaria de Organización del PSOE CyL, Ana Sánchez, han perdido en los últimos días el oremus. Su desesperada petición suplicando un encuentro con Inés Arrimadas para demostrarle que está siendo engañada por su propio partido resulta patética. Y peor aún es que los socialistas, lejos de rechazar el transfuguismo, estén fiando el resultado de la moción al voto de procuradores de Ciudadanos que se desmarquen de la posición oficial del partido. En contraste con la sensatez y el rigor con los que actúa la número dos, Virginia Barcones, quien ya acreditó su solvencia a su paso por la Delegación del Gobierno, la frivolidad con la que sobreactúa la número tres chirría demasiado y no deja en el mejor lugar al número uno. A ello se añade el garrafal error de estrategia de presentar la moción con la firma de los 35 procuradores del grupo socialista, cerrándose con ello la puerta a la posibilidad de presentar otra posterior hasta que transcurra un año. (De acuerdo con el Reglamento de las Cortes basta con 13 procuradores para presentar una moción de censura, no pudiendo ningún procurador que haya suscrito una volver a firmar otra hasta un año más tarde).
Después de llevar meses mordiéndose la lengua sobre la situación interna de Ciudadanos por temor a desatar la ira de Arrimadas, Igea ha aprovechado la actual debilidad de la lideresa para sacar la cabeza a través de Twitter, donde ha publicado un hilo con el que sin duda trata de proteger el privilegiado status de que goza. Al número dos de la Junta le preocupan dos posibles movimientos. Uno es que ante la OPA hostil declarada por el PP a Ciudadanos, Arrimadas reaccione dando un bandazo y termine apoyando la moción de censura en Castilla y León. Y el otro, que ejecute su plan original de solicitar a Mañueco su defenestración, la de Igea, sustituyéndole en la vicepresidencia por la máxima responsable del partido en la comunidad, la leonesa Gemma Villarroel.
De fracasar en el intento, a Tudanca la extemporaneidad de su iniciativa se le puede volver en contra como un bumerán que ponga en entredicho su idoneidad para volver a encabezar el cartel electoral socialista en las autonómicas de 2023. Por último, Igea, cuya fecha de caducidad en la Junta parecía inminente, puede ser el gran beneficiado del río revuelto si al final se produce un bloqueo que deje las cosas exactamente igual que estaban.Tal como está el patio, a una semana de que se debata y vote la moción de censura, cualquier cosa es posible. Ninguno de los tres políticos más concernidos las tiene todas consigo. Con el toque de queda, Mañueco se la jugó a hule o puerta grande, y en el hule convalece, ahora con la amenazante espada de Damocles de una moción de censura paralela a la operación diseñada desde Génova para segarle la hierba bajo los pies dentro del partido.
Sin duda esta última sería la peor opción y por ende la que confirmaría la fatídica Ley de Murphy: Que después de tan estrepitosa convulsión, todo continúe tal cual, es decir, la Junta en manos de un gobierno con un presidente pusilánime atado a un vicepresidente pirómano al que nada ni nadie impida proseguir su política de tierra quemada. Vamos, lo que se dice un pan como unas verdaderas hostias.