Salamanca llega a las vacaciones de Semana Santa con la mejor situación epidemiológica de Castilla y León, casi en idénticas circunstancias que justo antes de las celebraciones navideñas cuyo descontrol nos costó 172 muertos.
A diferencia de lo que ocurrió entonces, ahora no se ha querido salvar la Semana Santa, pero tampoco se ha hecho gran cosa para evitar que se convierta en el germen de la cuarta ola, ahora ya con la cepa británica más extendida, con lo que eso conlleva: contagios más rápidos y, a más contagios, más ingresos y más muertos.
El Gobierno adoptó decisiones de mínimos, como el cierre perimetral de las comunidades que se los salta el que quiere, en los días previos y durante las vacaciones, sobre todo en coche. El resto se lo dejó a las comunidades autónomas que, salvo contadas excepciones (entre las que no está CyL), no han endurecido las restricciones.
El toque de queda sigue como estaba y en Castilla y León solo se ha reducido a 4 los convivientes que pueden juntarse en sus casas, mientras que se mantiene en 6 por mesa los reunidos en las terrazas de los bares. En los domicilios es fácil eludir el cumplimiento de esa norma y en las terrazas, según.
Salamanca ha conseguido domar la tercera y fatídica ola y todo está dispuesto para que empiece la cuarta sin terminar de extinguir a su antecesora.
La provincia llega con la segunda menor incidencia acumulada, con 79 casos por cada 100.000 habitantes (115 de media en CyL), el hospital desahogado y el que llega a este punto en mejores condiciones de la región.
Lo único que flaquea es el factor R, el índice reproductivo, que cuando está en 1 significa que cada contagiado infecta a otra persona y a partir de ahí se puede producir un descontrol de los casos. Este viernes el factor R en Salamanca es de 0,99, con tendencia al alza. Es el cuarto más alto de la región, donde la media es de 1,07 por cada 100.000.
Lo único que habría podido ser más optimistas es que la vacunación hubiera estado más extendida, pero apenas se ha vacunado a colectivos profesionales definidos como prioritarios frente a otros más vulnerables como los mayores de 80 años y seguimos muy expuestos al virus.