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El efecto ‘Nomadland’ ¿Hacia un cine intimista?

Frances McDormand, protagonistas de 'Nomadland' y Andrea Fandós de 'Las niñas'.

 

“El hogar es algo que llevamos con nosotros”

[dropcap]S[/dropcap]iempre he pensado que las mejores películas son aquellas que tras abandonar la sala del cine te dejan pensando, aunque sea por un breve periodo de tiempo, y aquellas que consiguen tener su propio tono.

La semana pasada, el día siguiente a su estreno en las salas de cine en España, fui a ver Nomadland, la
película que parte como favorita este año en la gala de premios de cine más prestigiosa del mundo, los Oscar. ¿El resultado? No defraudo, para nada.

Nomadland, de la directora Chloé Zhao, es en una sinopsis breve, la historia de una mujer que después de perder su casa y su trabajo, vaga por territorio estadounidense en busca de trabajos temporales con su caravana. Pero no sería justo quedarnos ahí. Para nada.

Nomadland es un retrato naturalista y sorprendentemente humanista que va mucho más allá de lo que podría ser una cinta superficial. La pieza habla de nuestra condición humana, cuestiona desde la humildad y el realismo la sociedad y sistema de trabajo en el que vivimos, la deshumanización constante y acelerada que sufrimos como especie, las relaciones interpersonales y sus dificultades, nuestra desvinculación con la naturaleza en la que nos desarrollamos y que tenemos cada vez más lejos de nuestros ojos, y sobretodo la relación con nosotros mismos y lo que llevamos en nuestra mochila de viaje allá donde vamos.

Frame extraído de un plano general de la película ‘Nomadland’.

Y todo esto podría estar rodeado de un aura azucarada y caer en la sensiblería fácil, pero no lo hace. Porque no hay un final bonito, ni tampoco triste, porque es un recorrido que tanto dentro como fuera de la historia de la película, no tiene todavía un cierre. Y así es también como quiere la película que la entendamos.

Y soy consciente de que precisamente estas particularidades narrativas, que la alejan del cine ‘convencional’ pueden provocar rechazo en el espectador, pero si nos intentamos olvidar de ello y rompemos esa barrera, la experiencia será seguro satisfactoria.

Pero ¿cómo llegar a ese cine tan cercano, natural y no caer en el escaparate del sentimentalismo? Dejando a un lado las complejidades técnicas o formales (que no creo que sean necesarias analizar en este tipo de cine), lo primero creo que parte de la humildad del proyecto, contando con personas y no personajes, ya que la gran mayoría del reparto son personas con testimonios reales, y eso se nota enormemente en el alma con la que hablan. Lo cual no quiere decir que todas las películas tengan que ser así, sino que para contar este tipo de historia, sí que era necesario. Igualmente rescato el plano secuencia del campamento, quizás el mejor plano del film.

Por otra parte, y confirmándolo posteriormente con vídeos y artículos del proceso de rodaje, otra razón es el equipo de rodaje. Todos reman en la misma dirección, y más allá de las carencias que pueda tener cada uno en su puesto, éstas se reducen entre todos. Lejos de ser una selva, o una lucha de egos, como puede acabar siendo muchos rodajes, se ve un engranaje que funciona en hora y como una familia (sin olvidar la profesionalidad). Dudo mucho que no siendo así el resultado llegase a ser parecido. Ojalá fuese así siempre, porque la diferencia es precisamente que la película tenga alma verdaderamente.

Chloé Zhao y Frances McDormand durante el rodaje de ‘Nomadland’.

Evidentemente Nomadland no es la pionera de este tipo de películas, seguramente no ha inventado nada, pero casualmente es la favorita de los Oscar y no he podido evitar realizar una comparación hacia nuestro panorama nacional con los Goya. Y es que ciertamente Las niñas, especial ganadora de estos premios hace menos de un mes, comparte mucho con Nomadland. Ambas piezas cuentan un trozo de la historia de dos protagonistas diferentes, Fern (Nomadland) y Celia (Las niñas) y no una historia completa.

Como si fuese un privilegio, nos dejan ver a través de una ventana humana y natural, una parte de su vida y ser espectadores de sus emociones y pensamientos más profundos, sin un final, sin un principio. Y sí, cierto es que escarbando podemos sacar una transformación y un estructura narrativa clásica, pero bastante camuflada y alejada de la mayoría de películas.

Y es que quizás estas películas en tiempos sin covid habría competido con otras películas más ‘comerciales/convencionales’ que les alejarían del reconocimiento de galas de primera categoría, o a lo mejor de verdad hay una esperanza o un cambio de rumbo en el juicio de estos jurados. El peligro que veo no obstante, es que provoque el efecto comercial de producir películas parecidas, carentes del humanismo con el que éstas han sido realizadas, cayendo en la anteriormente mencionada sensiblería fácil y edulcorada. Pero mientras no sea así, habrá cine.

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