[dropcap]R[/dropcap]ecuerdo mucho a Mercedes, una vecina portuguesa que tuve en El Encinar. Solía bajarme al despacho parroquial a media mañana algún pincho de tortilla, farinato o bacalao según los tiempos litúrgicos y a la vez echábamos nuestros parlaos sobre lo visible y lo invisible. Era una mujer muy católica: estaba inquieta por saber algo del más allá: cómo sería el cielo, qué haríamos allí todo el santo día, quiénes entrarían, cómo sería el examen de admisión, si comeríamos o no, si tendríamos que seguir aguantando a las cuñadas…si nos dejarían volver de vez en cuando a la Tierra…
Me impresionó mucho lo que me dijo un día –ella tan creyente en el Misterio de Dios- de que aunque no existiera Dios era bueno vivir creyendo en El –como si existiese- porque eso ayuda a la paz interior y a llevarse bien con todos. Que creer en Dios no consiste en estar siempre pensando y contando con El, sino en dejarle que El sea como quiera, dejarle ser Dios, sin pedirle ayudas y vivir siendo responsables cada uno de lo que hacemos para ser felices y ayudar lo que podamos a los demás. Que Dios -si es- va por libre y no necesita ni de nuestras adoraciones ni de nuestros ritos, ni de nuestras creencias.
Menos mal que el de Cracovia ignoraba que existiese Mercedes y cuáles eran sus ideas…porque de haberla escuchado la habría declarado enseguida no católica (como al bueno de Hans Kung) y la habría echado fuera de nuestro gremio. ¡Con lo piadosa y fiel que ella era…y lo devota de María Santísima¡
Yo tengo asumido desde hace tiempo que la fe y la esperanza en la vida divina hacen daño cuando justifican cualquier forma de agresión a lo humano. Creencias de eternidad a lo largo de la historia han herido a muchas personas, promoviendo crímenes contra la condición humana, desprecios y atropellos a los que no poseían su propia idea de Dios. A los seres humanos, hay que respetarlos y quererlos, no porque así conseguiremos premios eternos, ni porque creamos en seres superiores sino porque todas las personas se merecen nuestro respeto y nuestro amor. Y esto Etsi Deus non daretur: (Aunque Dios no existiera…).
Cuando teólogos y ministros clericales se ponen a hablar de Dios –cambiando siempre la voz y los modales- me hacen mucha gracia, con qué seguridad pontifican y alardean de sus esquemas y seguridades doctrinales. ¡Parece que toman café todas las mañanas con los dioses del Olimpo! No está todo tan claro: la fe es la capacidad de soportar las dudas pero no de no tenerlas. Decía Chesterton que cuando entraba en una iglesia se quitaba el sombrero pero no la cabeza.
Ya nos pidió Jesús que fuésemos humildes y sencillos aceptando nuestra ignorancia y pequeñez con respecto a lo Trascendente. El mismo que tuvo una gran experiencia de Dios (no religiosa…) no se explayó mucho sobre la esencia de la realidad divina. Por eso comprende y ama a los ateos y descreídos: sabe que muchos de ellos desde su no-fe están viviendo en plenitud el mensaje y los valores que El predicó.
Querida Mercedes: ¡Cómo me gustaría volver a verte en el despacho para seguir conversando de lo divino y de lo humano…!
Fuiste feliz y dejaste este mundo más bello y amoroso. ¿Cómo te las apañaste para lograrlo etsi Deus non daretur…?