«Celoso, posesivo, me llamaba constantemente para ver si estaba en casa, miraba mi teléfono, mi Facebook,… Los celos han sido de siempre, pero el control y el agobio aumentó con la llegada del segundo hijo». Así describió este martes la mujer al hombre que intentó matarla presuntamente tras romper la relación y las desavenencias posteriores por la custodia de los dos hijos que tuvieron en común. La noche del los hechos «entró en mi habitación con el cuchillo en la mano y me dijo: ‘Hija de puta, esta noche aquí quedas'». Él lo niega todo, excepto el ataque, aunque dice que no se acuerda de lo que pasó, porque había bebido mucha cerveza.
La agresión se produjo en la medianoche del 2 al 3 de julio de 2019, en la vivienda que compartían desde hacía cuatro años y medio en Fuenterroble.
Era el desenlace de dos años de distanciamiento, que deterioró la convivencia hasta que ella le comunicó tres o cuatro meses antes de los hechos que no quería seguir con él, debido a esos celos patológicos y el control que ejercía sobre su vida, según declaró, aunque él lo niega.
«Yo no tenía acceso a ninguna cuenta ni dinero. Solo los 400 o 600 euros que él me daba cada mes para los gastos de los niños y la casa. Me insultaba habitualmente llamándome zorra, que no valía para nada y otros menosprecios, como que mi papel estaba en casa con los niños. Si salía fuera tenía que saber dónde y con quién estaba», relató la mujer ante el tribunal que juzga los hechos en la Audiencia Provincial, si bien el acusado lo negaba todo.
«Él no quería cortar la relación y no le gustó la decisión», prosiguió. «Se enfadaba muchísimo cuando me negaba a tener relaciones y daba puñetazos a la puerta y se iba dando un portazo», comentó.
Un mes antes del ataque la mujer (ella es 21 años menor que él) recibió algunos whatsapp del tipo: «Eres una calientapollas, una puta. Me das asco», «Con quién estás hablando, zorra asquerosa» o «Guarrila, vete con tus hijos y déjame en paz», aunque el acusado dijo no recordar esos mensajes.
«Era celoso. Si me pintaba los labios me preguntaba si quería gustarle a alguien, si me ponía un pantalón corto que con quién estaba zorreando», dijo en su declaración la joven. «Cuando ya no pude más decidí separarme. Intentamos gestionarlo de mutuo acuerdo», y de hecho acordaron compartir la custodia de los dos hijos.
La mujer consultó con su abogada y la letrada le dijo que no firmara la custodia compartida. Ella se lo comunicó el 2 de julio al ahora procesado y este dejó de trabajar inmediatamente, volvió casa y le dijo «que me iba a quitara los niños y no tendría derecho a nada», señaló. «Yo le dije que eso habrá que verlo y no supe nada de él hasta la noche», relató.
El hombre se duchó y se fue a Salamanca a hablar con su abogado, quien le advirtió de que sería complicado que obtuviera la custodia compartida, «y yo no quería que me pasara como en mi primera separación, que perdí a mis hijos», declaró el acusado durante el juicio.
Regresó a Fuenterroble, pero antes paró en Cuatro Calzadas, donde se tomó unas cervezas, antes de seguir viaje hasta el pueblo, donde dice que fue al bar para tomar alguna más antes de ir a casa, donde le dio a la mujer la tarjeta de su abogado para que se pusieran en contacto sus respectivos letrados para hablar del asunto. Y siguió bebiendo cerveza.
La víctima declaró en el juicio que se fue a la cama y él se quedó en el sofá, donde dormía casi todos los días tras la ruptura. Una hora después (las 00.20 horas del día 3 de julio) él entró en la habitación, encendió la luz, le dijo «hija de puta, esta noche aquí quedas» y le atacó con un cuchillo de grandes dimensiones con el que le alcanzó en cuatro ocasiones, ocasionándole heridas poco profundas, porque la mujer dijo que al ver el ataque retrocedió y evitó que se lo clavara.
Se defendió como pudo y llegó a tirarle le móvil, momento en el que el cuchillo se le cayó al agresor y ella consiguió salir del dormitorio y ganar la puerta de la calle. Contó que solo pudo lanzar un grito de auxilio al cruzar la puerta y siguió corriendo hacia la casa de sus padres, pero no pudo volver a gritar «porque no me salía la respiración».
Le abrió la puerta su padre y la llevó al centro de salud de Guijuelo, mientras el agresor dio una vuelta por el pueblo en su furgoneta, algo que él niega.
El procesado alegó en su declaración que no recordaba nada de lo que pasó después de darle a su expareja la tarjeta del abogado y recobró la memoria justo después de producirse el ataque. «Subí (al dormitorio), bajé,… No sé qué he hecho y cuánto tiempo pasó. Sé que me lesioné en una pierna cuando me lo dijeron los guardias. Yo estaba abajo, mirando y vi una gota de sangre en el suelo. La toqué y empecé a darme cuenta de que algo había pasado. Dicen que si cogí el coche, pero vamos,… me quedé un poco, eso, y se me ocurrió ir al centro de salud de Guijuelo para ver si estaba allí y si le había hecho algo. Vi venir a los guardias civiles y les dije que si había pasado algo era yo. No sé muy bien qué hablé con los guardias», señaló al tratar de contar su versión de lo sucedido.
Ahora se trata de dilucidar si el hombre tenía planificado el ataque, como sostiene la defensa de la víctima, o si el procesado actuó bajo los efectos del alcohol.
El hombre perdió la memoria selectivamente en el juicio y la víctima incurrió en algunas contradicciones. En su primera declaración ante la Guardia Civil dijo que al entrar en la habitación lo vio «loco y psicópata» y este martes en la vista oral señaló que lo veía «normal» y que no estaba ebrio.
También dijo que tenía planeado dejarlo debido a ese acoso por celos y control que se habría prolongado durante dos años, «pero no abandoné el hogar por si me quitaba a mis hijos».
Inicialmente el fiscal pide para el procesado 8 años de cárcel por intento de homicidio; la acusación particular pide 12 y la defensa uno por lesiones.