[dropcap]A[/dropcap]sistimos a un momento único en nuestro en tiempo. La pandemia mundial nos a atravesado poniendo de relieve tanto nuestras carencias como nuestras fortalezas.
La Psicología, que siempre ha estado relegada a un segundo o tercer plano, como escondida, ha pasado a representar un papel fundamental de sostén de las personas en esta época. De esta manera, podemos celebrar que las personas ya no ven como algo “de locos” el hecho de acudir a terapia. Muchos personajes públicos como deportistas de élite, artistas, cantantes, sanitarios, etc, han sacado a la luz la importancia que tiene la terapia en sus vidas.
Esta es la parte positiva. Pero existe una contrapartida que nos estamos encontrando. La culpa al individuo acerca de la gestión emocional ante situaciones que no dependen únicamente de la persona. Estamos acercándonos a un lado peligroso en el que estamos etiquetando a personas con psicopatologías cuando en realidad, es un problema social.
No podemos olvidar el hecho de que somos seres bio-psico-sociales: podemos tener un desajuste fisiológico, psicológico o problemas contextuales. Bien, el hecho de que un sanitario verbalice la frase de “no estoy gestionando bien las emociones en mi trabajo”, cuando lleva 36 horas sin dormir, 5 meses sin saber cuándo descansa, y privado absolutamente de ver a su familia y amigos, no es una cuestión psicológica o de aprendizaje sobre gestión emocional, es un problema de recursos. Si ese sanitario contara con el material adecuado, una plantilla en la que supiera su horario, con descansos adecuados porque existe el personal necesario, ese problema de “gestión emocional” no existiría.
En la actualidad, se nos está demandando a los psicólogos que creemos robots de producción, que puedan aparcar sus emociones, su cansancio, es decir, que ni sientan ni padezcan, únicamente seres preparados para rendir ante cualquier situación y circunstancia. Perdónenme, pero yo no tengo esa fórmula, y tampoco soy partidaria de anular a los seres humanos en pro del “no parar la rueda”.
Esto tiene una razón de ser: ¿Cuántos de vosotros habéis visto libros, cursos, podcasts, etc, en los que se venden la fórmula para superar cualquier cosa que te propongas y alcanzar la felicidad y la riqueza?
Si, interesa patologizar al individuo, interesa hacerle creer que él es el que tiene el problema. El negocio es enorme.
Si resulta que en la pandemia toda tu familia que comía de la pequeña empresa que teníais, ahora ha cerrado y no tenéis para pagar la casa, y, por ende, estáis angustiados, no dormís, y estáis preocupados, es que tenéis un trastorno de ansiedad generalizada, y vais a tener que tomar un ansiolítico. ¿y si probamos a dotar de recursos a estas personas, como que puedan trabajar para comer y pagar un techo? Para poder hablar de salud mental, las necesidades básicas han de estar cubiertas.
Por otro lado, se necesita una psicoeducación, en la que comencemos a enseñar que reaccionar con angustia ante situaciones estresantes es absolutamente normal. ¿Cómo se pretende que reaccionemos ante la muerte repentina de un familiar?
Las emociones no sólo hay que experimentarlas y normalizarlas, sino que todas ellas cumplen una función.
Somos seres humanos, que sentimos, que reaccionamos. No podemos reducirnos a simple maquinaria de producción.
Si quieres conocer más acerca de mi trabajo, puedes pinchar aquí.