El periodista vasco afincado en Salamanca asesinado en Burkina Faso, Roberto Fraile, trabajó durante varios años como cámara en La 8 de Salamanca, labor que compatibilizaba como freelance cubriendo información en zonas de conflicto. Actualmente operaba para la productora ’93metros’, de David Beriáin. Sus compañeros, tras conocer la triste noticia, destacaron su “ tremenda humildad” y su “increíble visión cinematográfica”, desde su primera misión con el Ejército en Afganistán cuando decidió que “no dejaría de hacer este tipo de trabajos”, según explica a Ical una compañera con la que compartió labores durante seis años.
“Le gustaba llevar voz a los sitios donde no iba a nadie”, comenta su compañera, recordando que cubrió distintos conflictos en África o el narcotráfico en Latinoamérica. “Tenía una calidad humana impresionante y era capaz de hacer cine con la información”, como, en su opinión, prueba su documental ‘Los ojos de la guerra’, premiado en la Seminici.
Además, quien trabajó con él destaca que “era un genio que tenía recursos para todo” y que su discreción le impedía hablar de sus aventuras en los sitios más peligrosos del mundo. “Se sentía con la responsabilidad de contar lo que pasa. Incluso, cuando le hirieron en Siria, no dejó de grabar en ningún momento y dejó registrado todo el proceso. Era un genio de la cámara”, afirmó esta compañera.
Trabajador incansable
Entre sus acompañantes en los viajes destaca el fotoperiodista salmantino Alberto Prieto, quien compartió misiones informativas y “viajes iniciáticos” a lugares inhóspitos como Afganistán o Kosovo. “Más que todo, éramos amigos. Teníamos una gran relación, era un grandísimo profesional”, comentó a Ical Prieto, quien, como a él, “le gustaba aunar los viajes a sitios difíciles con contar su realidad como periodista”.
Con la intención de que estas muertes “sirvan para algo”, Alberto Prieto invitó a reflexionar sobre el periodismo y su valor para la ciudadanía. “Nos solemos acordar de estos profesionales cuando les matan. Es muy triste y muy desalentador. Me gustaría que a estas personas, como Roberto y David, se les reconozca que sabemos algo de los agujeros negros del mundo porque ellos se juegan la vida”, manifestó.
“Roberto era un trabajador incansable capaz de tirarse 24 horas sin dormir y sin comer. Era un periodista en el sentido amplio de la palabra. Pasaba sed, hambre, dolor de pies, y ya descansaría. El mundo es un sitio mucho más negro y mucho más oscuro sin estas personas”, concluyó el fotoperiodista.