[dropcap]T[/dropcap]iene nombre de princesa, que es lo que significa Sarah. No es el nombre con el que fue bautizada, pero si es el que la representa ahora. Su vida es como una serie, donde hay drama, miedo, terror, angustia y parece que ahora se vislumbra un nuevo horizonte. Nació en Brasil, estuvo en Italia y ahora en España. Es una mujer trans con la que hablamos de la Universidad, estudia Derecho, de la prostitución, de las injusticias, de los hombres trans y de en qué invertiría ella los Fondos Europeos para la Recuperación.
Sarah March estudia Derecho porque de todas las carreras que podía elegir, escogió ésta que podía ayudarle en su vida de activista.
¿Qué espacios tienen hoy en día las mujeres trans?
Mínimos. Existe una visión muy estereotipada de lo que es ser trans, tanto en hombre como en mujeres. De lo que es ser una persona no binaria, que aún despierta más interrogaciones, son las que no se sienten ni hombres, ni mujeres. Las mujeres trans son muy sensibles a estas discriminaciones, por el hecho de ser mujer y trans. En mi caso, además hay que añadir que soy emigrante. Tres escalones por debajo de una persona que vive su normalidad. Lo que es normal para muchos de vosotros, para nosotros es un sueño.
Sarah confiesa abiertamente que ha ejercido la prostitución durante los últimos veinte años de su vida. Durante este periodo ha deseado formar parte de esa sociedad. Habla del derecho a poder estudiar, trabajar, tener una vida sentimental. “Para nosotras es una meta que muchas veces es inalcanzable”.
En Salamanca hay una población trans que vive e intenta vivir su normalidad, pero viven en la invisibilidad. “Sobreviven al margen con trabajos precarizados, la mayoría ejercen la prostitución, muchas de nuestras compañeras son personas migrantes que escapan de sus países de origen para buscar la supervivencia en Europa, porque hay un poco más de respeto que te permite sobrevivir”.
¿Y los hombres trans?
Pese a la discriminación que existe, tienen menos que las mujeres.
¿Incluso los hombres trans tienen más ‘posición’ que las mujeres trans?
Existe mayor aceptación del sujeto masculino, que femenino. El hombre es un ser supremo en una sociedad patriarcal que no necesita pedir permiso para nada.
Un hombre trans es más que un ser superior, porque además puede gestar.
Podría ser interpretado de ese modo. Estamos filosofando. Hay unas esculturas de Bernini en el Louvre, donse se puede contemplar la figura del hermafrodita, que tiene un fondo de relación de lo trans. Es esa figura de gestos, de personalidad, de corporalidad que mezcla un poco esos mundos, no el binario, donde se distingue el hombre y la mujer. Perturba la conciencia de la gente pensar que una mujer pueda tener un pene; que una mujer pueda tener la capacidad de fecundar y no de gestar; que un hombre trans pueda gestar y de sentir los dolores del parto, de la menstruación. Esa es una de las peculiaridades que viven los hombres trans. Un hombre trans va a un ginecólogo y una mujer trans va al urólogo.
Voy a ser impertinente. Sarah naciste hombre en un país como Brasil, sabiendo por lo que ibas a pasar siendo mujer…
Podría haber elegido seguir siendo hombre. Hubiera tenido la vida más fácil. He nacido con una corporalidad y debido a la costumbre me han asignado un sexo y unos roles. He nacido con pene, eso no quiere decir que sea hombre. Me bautizaron con nombre de chico, me vistieron de azul y unos roles. Hasta mi adolescencia fui educada como un hombre.
¿Cuándo te diste cuenta que no lo eres?
A partir de los cuatro o cinco años. No tenía una certeza, pero si iba tomando conciencia de lo que era. Vengo de un pueblo y no tenía referentes de lo que era y sentía, pero sí que sabía que no era lo que habían determinado para mí. A los doce o trece años me cuestionaba que había algo que no encajaba y con 15 años lo comenté con mis padres y fue como abrir una caja de Pandora.
¿A qué te refieres?
Todas las desgracias de mi familia empezaron a salir desde entonces. El rechazo, las puniciones, los castigos, las palizas para aprender a comportarme como un hombre, que era lo que esperaban de mí. Era el único varón de la familia y el primogénito. Era la continuidad. En ese sentido, destruí todas las expectativas de mi padre.
¿Cuánto sufriste?
Mucho. No hubo ninguna aceptación. Hasta los 18 años viví en mi casa, ellos eran mis tutores y tenía que seguir sus normas…
Sarah tú no tenías referentes, pero ellos tampoco.
(Silencio) Han sufrido por no conocer esta realidad. Pero, ellos cerraron su mente y la condicionaron a una realidad que está ahí y hay que comprenderla. Es más fácil cuando los padres buscan comprender a sus hijos, porque serán más felices como padres y sus hijos también. La sociedad empieza con la familia.
Si tienes el apoyo de la familia, tienes mucho ganado.
Exactamente. He cargado mucho sentimiento de culpa. Se habla mucho de salir del armario. Nosotras, las mujeres trans, nos obligamos a vivir dentro del armario, de no expresar lo que somos. Por respeto a mi familia, durante mucho tiempo escondía lo que era. No me fue permitido expresarme como la mujer que era.
¿Cuánto pudiste hacerlo?
Cuando me echaron de casa. No podía esconder lo que era y en mi barrio comenzó a correrse la voz.
¿Fue el momento más duro de tu vida y el más liberador?
Sí, pero no lo puedes identificar como liberador, eso lleva su tiempo, porque el momento de dolor es tan grande que te condiciona. Muchas de las personas trans piensan en el suicido por el gran sufrimiento que vives. En mi caso no fue distinto, he cargado con mucho sentimiento de culpa, mucha depresión, solo tenía ganas de dormir y no despertar porque no quería vivir esa realidad. Esa sensación de ser una persona libre eran momentos muy especiales y específicos, no en todo momento. Había encontrado mi primer empleo y me sentía fuerte.
¡Viva la ingenuidad!
Sí y una adolescencia retrasada. Cuando empecé a trabajar iba vestido como un hombre, en ese momento no generaba ningún problema, pero poco a poco comencé a expresarme como era yo en realidad y me despidieron.
¿Qué pasó?
Seguí buscando empleo en otras empresas, pero iba vestida de mujer y me rechazaban. Dejé de recibir la ayuda por el paro y la depresión aumentó. Pasé hambre, me echaron de la vivienda y me desesperé, pensé incluso volver al armario, a mi casa y asumir una identidad que no era la mía. Estaba entre la espada y la pared.
¿Cómo lo afrontaste?
Vivía en el centro de la ciudad y allí si había mujeres trans con cierta dignidad. Les pregunté qué hacían para sobrevivir y me dijeron que eran prostitutas. Para mí eso era un terror, tenía estudios de nivel medio, quería trabajar en lo que me había preparado. Fue un golpazo muy humillante. Puse resistencia hasta que pasé hambre de verdad. Mi primer cliente no fue por dinero, fue por un perrito caliente.
Y así fue como empezó la vida como prostituta. Dejó Brasil porque la vida para las personas trans allí es muy dura y violenta. Del país carioca se vino a Europa a través de una especie de micro mafia casi invisibles. Llegó a Italia con una deuda de 15.000€ y solo fue libre cuando pagó ese dinero.
¿Ahora estás bien?
Vivo en un contexto de normalidad. Hace cinco años que no ejerzo la prostitución, pero de un punto a otro ha habido la travesía del desierto, porque decidir abandonar la prostitución después de 20 años tiene mucho recorrido. Primero, te exige muchísima determinación, porque durante esos años tienes un ritmo de vida, vives en la noche, duermes de día, estás íntegramente a disposición de los hombres a través del móvil. Sin darte cuenta tu modo de vestir y de interactuar es hipersexualizado. Te conviertes en un producto con fecha de caducidad, porque te pide juventud, estar fresca, disponible, amable,… Hacer el cambio radical no fue fácil, necesité ayuda, voluntad y disciplina. No caí en la droga, ni la delincuencia.
¿Salamanca te ha ayudado?
Sí, desde mi pareja, amistades, el barrio, incluso, el Ayuntamiento de Mañueco, que me orientaron para empezar una nueva vida. Cree un mini proyecto de montar un local de estética y me ayudaron a buscar una financiación. Lo conseguí. Duró dos años, no fue lo más, porque para cualquier autónomo es muy duro.
Esa es otra realidad…
(Risas) Pero, a mí me sirvió como trampolín. Sirvió para demostrar que era más que una puta. Fue un experimento positivo.
Los americanos dicen que no triunfas hasta que no has fracasado tres o cuatro veces.
Eso es. Cuando he demostrado que yo valía para mucho más, comencé a tener apoyo para estudiar y así evalué matricularme en Derecho. Durante toda mi vida me fueron negados derechos básicos.
¿Cómo es la vuelta a las aulas?
Estoy en primero. Me está gustando mucho. Ha habido situaciones raras…
¿Por qué?
Por la edad. Soy la abuelita de clase. (Risas)
¿Por más cosas?
Sí. Esto es más serio. La Universidad había aprobado un protocolo de identidad de género, las personas trans que no habían rectificado el nombre en su DNI podían tener el carné y toda la documentación universitaria con su nombre elegido. Cuando entré en la Universidad ya se había aprobado este protocolo, pero no estaba efectivo y durante estos meses, no es que yo me presenté a los compañeros, me han presentado con el nombre que yo he escondido durante más de 20 años de mi vida y eso para mí fue un trauma muy grande. Ha habido situaciones muy duras, incluso he abandonado el aula porque no he conseguido gestionar las emociones. No es solo la abuelita de clase, hay algo más ahí. Luego empezaron las preguntas imbéciles….
Tienen 18 años.
Exactamente. Lo he visto como una oportunidad para dialogar.
Para finalizar. Si te llamara Pedro Sánchez y te pidiera consejo para invertir los 77.000M€ de los Fondos Europeos para la Recuperación. ¿Qué le dirías?
(Risas) Eso va más allá de lo trans. Le diría que hiciera una descentralización de los fondos, que no se quedarán en el Gobierno central, porque se habla de un modelo descentralizado, pero los fondos los centralizan. Le diría que se invierta en políticas de empleo. Fomentar el empleo, que se destine una parte a lo social, pero la mejor política social es el empleo.