[dropcap]L[/dropcap]a alerta la activaba el pasado jueves el presidente del Partido por Ávila (XAV), José Ramón Budiño, y nadie le prestó atención. ¿Qué dice este, que tiene apellido de gaitero gallego y preside un partido del que su verdadero líder es el vicepresidente, Jesús Manuel Sánchez Cabrera, alcalde de Ávila y ex presidente de la Diputación provincial cuando militaba en el PP?
Pues Budiño no hablaba a humo de pajas. El PP acababa de romper con XAV la negociación encaminada a que su procurador, Pedro J. Pascual, restableciera con su voto la mayoría absoluta perdida en las Cortes por PP y Ciudadanos. Y a Budiño esa ruptura –“no somos tontos”, declaró, recordando el anuncio de Mediamark- le olía a un posible adelanto electoral en Castilla y León.
Aparentemente, el presidente de la Junta desmentía el viernes esa posibilidad. Aparentemente, ya que el desmentido de Fernández Mañueco incluye una condición: “mientras haya una estabilidad parlamentaria, y estoy empeñado personalmente en esa estabilidad, que no solo depende de mí”. Y esa es la cuestión: dicha estabilidad no existe –bien se ha visto la pasada semana en las Cortes- y la vía abierta para recobrarla, la negociación con XAV, se ha ido al garete precisamente porque el PP de Castilla y León ha sopesado el coste de ese acuerdo y ha decidido no asumirlo.
Ya advertimos aquí que el pacto con XAV presentaba serias contraindicaciones para el PP. Una era las ampollas que levantaría en Génova, donde a Sánchez Cabrera no le perdonan haber echado un pulso a Pablo Casado y además ganárselo. Otra era el agravio que podían generar en otras provincias las contrapartidas en favor de la de Ávila. Y otra más era que ese pacto dejaría a los pies a los caballos al PP abulense, coronado con una cornamenta propia de la cabra montés que habita Gredos.
(Por cierto, harto elocuente el doble rasero del presidente del PP y de la Diputación abulense, Carlos García, que, tras poner el grito en el cielo contra la Junta por el cierre del interior de la Hostelería en Arévalo, vulnera el cierre perimetral yéndose de excursión a Madrid junto con otros cargos públicos abulenses -entre ellos, los procuradores Miguel Ángel García Nieto y David Beltrán, y el director general de Administración Local de la Junta, Héctor Palencia– para acompañar a Pablo Casado en una fiesta de la peña de taxistas abulenses. Y encima tienen la desfachatez de colgar las fotos del evento en las redes sociales…).
Pero a lo que íbamos. Para Mañueco, el adelanto de las elecciones autonómicas conllevaría todo un cúmulo de ventajas. Entre otras, se me ocurren las siguientes:
1.- Resolvería de un plumazo el problema de la pérdida de la mayoría absoluta y el oneroso lastre de seguir gobernando con un vicepresidente, Francisco Igea, y dos consejeras, Verónica Casado y Ana Carlota Amigo (el cuarto elemento, Javier Ortega, es inocuo) que constituyen un auténtico “trío de la bencina”.
2.-Se ahorraría el previsible y elevado desgaste político de tener abiertas dos comisiones parlamentarias de investigación, la de Perla Negra y demás turbiedades de la antigua consejería de Economía (dinamita pura, al hacerse con la presidencia la socialista Ana Sánchez) y la no menos explosiva que se va a crear sobre el Covid y las residencias de ancianos.
3.-Se garantizaría ser el candidato del PP a la presidencia de la Junta, cuestión que estará por ver si se celebra antes el Congreso autonómico del partido, en el que Génova planea promover una candidatura alternativa una vez diezmado el poder del actual presidente autonómico en los congresos provinciales en curso.
4.- Desbarataría la presentación de una nueva moción de censura, iniciativa que el PSOE puede reiterar en marzo de 2022. Si se consuma el descalabro de Ciudadanos en las elecciones madrileñas, la estabilidad del gobierno Mañueco dependerá de 11 náufragos políticos (los procuradores de Cs) y muy mal se le tendría que dar a Luis Tudanca para no encontrar entre ellos los votos complementarios para sacar adelante esa nueva moción.
5.- En el caso de que Ciudadanos salve los muebles en Madrid e Inés Arrimadas conserve las riendas del partido, Mañueco viene obligado cumplir el compromiso contraído con ella – y ratificado en su pasado encuentro en el Colegio de la Asunción- de prescindir de Igea, Casado y Amigo y nombrar en su lugar a Gemma Villarroel y otros dos afines a la dirección nacional de Cs, lo que para el presidente no deja de ser un trago personal.
Ya me dirán si no le resulta tentador a Mañueco activar el botón del adelanto electoral, en la expectativa, claro está, de articular una nueva mayoría a lo Isabel Díaz Ayuso: con el apoyo de Vox y los restos, si quedara alguno, de Ciudadanos. En contra de la hipótesis juega que el presidente de la Junta no es un político que se caracterice por su audacia. Pero hasta eso puede subsanarse: su homólogo andaluz, Moreno Bonilla, el compañero Juanma que como él apostó en su día por Soraya Sáez de Santamaría, anda rumiando la misma posibilidad. Y ambos pueden concertar la convocatoria simultánea de elecciones anticipadas en la misma fecha. Atención a esta posible jugada a dos bandas.
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