Opinión

Gestión del interlocutor imposible

Imagen de suju-foto en Pixabay

 

[dropcap]H[/dropcap]ay cosas que son difíciles. Discutir bien es una de ellas. A según quién le corresponda, puede resultarle intimidatorio, abrumador o por el contrario, estimulante, todo un reto. Independiendomente del grupo en el que crea Usted estar, desde Soluciones Imposibles S.L.U. ponemos a su disposición nuestra última alternativa para superar barreras que sencillamente se muestran imposibles. Porque hay discusiones imposibles. Si frecuenta nuestras instalaciones sabrá que distinguimos con nitidez los verbos discutir y reñir. Discutir suma, es oro y plata, reñir, resta y mata.

Caso A. Está delante de esa persona que básicamente sabe emitir. Empecemos por esperar su fidelidad a su misma mismidad, es decir, que emita. Por un momento puede parecer escucharnos, pero cuidado, podría tratarse de una parada técnica para coger aire y continuar. No está demostrado que en ese tiempo de silencio nada de lo que digamos vaya a permanecer entre sus pabellones auditivos. Por dentro.

Caso B. El humano, en su calidad de interlocutor no sigue nuestros conversativos pasos. En tales circunstancias, podemos valernos del embudo como figura representativa. Cabe mucho de golpe, sí, pero dado el menor calibre del orificio de salida, lo que entra es expulsado con mayor intensidad incluso. Retención menor o igual a cero.

En ambos casos, el diálogo o el entendimiento son entes ficticios, nunca caminos hacia éxito alguno. Dada esta circunstancia llega la gran decisión. ¿Evitamos, huimos o turra?

Mediante la evitación estará Usted evitando, como es lógico. Es la opción tranquila. Que si me han llamado por el periódico, que si tengo que leer la tele, que si lo he visto en la radio, etc. Valdrá cualquier cosa dicha con firmeza y seguridad que suponga un impedimento para el intercambio fluido de verbo o gesto. Objetivo, evitar el hastío. A la paz interior por el camino de la ignorancia.

Nuestra propuesta, en cambio, es un modelo diametralmente opuesto, no evite, levite. Deje que sus pies se eleven por encima de su suelo. Un palmo es suficiente. Asegúrese de que rodillas, caderas, pecho y cabeza mantienen la vertical sobre ellos. Ah, no hace falta que abra los brazos en posición de predicador. Simplemente acepte su nueva altura ignorando la del interlocutor imposible. Con magnanimidad, sin orgullo, no nos flipemos tampoco…

En ese momento, recuerde, solo debe hacer cuatro cosas. La primera es llevar las palmas de sus manos grácil y lentamente hasta la cara de enfrente de forma que ésta quede cálidamente recogida. A continuación cierre sus ojos, está Usted escuchando con atención esa canción que le hace sentir cómo la hemoglobina recorre su cuerpo. Acerque entonces sus labios de manera maternal a la frente del susodicho. Bésela sutil y sordamente.

Después debe llevar las manos a sus hombros, ayúdele a completar un giro de 180 grados y para finalizar, sencillamente déjelo ir. Libre. Puede acompañar esta coreografía interiorizando en silencio el más importante concepto de ésta nueva metodología; “ahí lo llevas, criatura”. Remátese con una sonrisa natural y, asintiendo, guíe y acompañe la despedida.

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