7:00 a.m.: suena el despertador. Email, cobro de recibos, WhatsApp, corre. Coges aire.
Café, 300 muertes, nueva variante, nuevas medidas. WhatsApp, cambio de hora, llamar al banco, comprar detergente. Email basura. Compre, necesita, le ofrecemos.
Facebook, noticia, noticia, titular. Instagram: vacaciones en Cancún, compra este té, estarás más delgado/a.
Te vistes, coges aire. Continúa, corre, corre, no pares, no llegas. Teléfono, urgente, cambio.
Trabajo. Come, descanso: más muertes, políticos discutiendo. Come una ensalada, no hay tiempo. Compra este champú, mira qué traje, come sano, ejercítate, dormidina, descansa. Facebook: las vacunas, tú esto, tú lo otro. Las medidas, tensión, faltas de respeto.
Instagram: Cancún, cuerpos perfectos, operaciones. Tienes que tener esta cara, sí aquí, tu nariz es demasiado grande, tus rasgos no son los que deben y eres un infeliz. Compra, compra, compra, consume, llena ese vacío, no hay tiempo.
Trabaja.
WhatsApp: urgente, cambio. ¿Qué pasa?, ¡hace mucho que no nos vemos! ¿Cuándo nos vemos? Amigos. Familia: no nos llamas. ¿Es que no nos quieres? ¿Cuándo nos vemos?
Trabajo: para ayer, entregas. Proyecto. Escribe. Publicita. Vende, vende, rápido.
Cena: llamada, ¿qué tal el día? WhatsApp. Instagram: necesitas un cojín nuevo.
Meme, reacciona, jajajja qué risa. Grupo de WhatsApp, noticia, ¿has visto esto? Mira el vídeo, rápido no hay tiempo, Actualiza. Cena, no mucho, que engordas.
Duerme.
7: 00 a.m. Vuelve a empezar.
Te suena, ¿verdad?
Vivimos rodeados de estímulos, demasiados. No nos queda tiempo para pensar, reflexionar, casi ni para dará darnos una ducha tranquilos. Vivimos a toda prisa y en una sociedad de consumo que constantemente nos bombardea con necesidades creadas. Este ritmo frenético afecta directamente a nuestras funciones cognitivas, disminuyendo nuestra capacidad atencional, de procesamiento y de memoria. Nos hace permanecer en un estado de alerta constante y ello, conlleva el desarrollo de sintomatología ansiosa. Estamos enviando a nuestro cerebro señales de multitarea y alarma, sometiendo el cuerpo a un estrés sostenido en el tiempo, con el consecuente desgaste de nuestro sistema inmune. De esta manera, somos más propensos a padecer infecciones, catarros, etc. Asimismo, síntomas como problemas en el sueño, en el apetito, fatiga, expectativas irracionales de cómo debe ser nuestro cuerpo, nuestra vida, pensamientos rumiativos…es el caldo de cultivo perfecto para el desarrollo de sintomatología ansioso-depresiva.
Lo primero que vemos al levantarnos es una cantidad ingente de demandas en forma de emails, whatsapp y llamadas que responder, con las legañas en los ojos.
¿Se puede hacer algo para minimizar esta rueda de hámster?
Sí, dentro de lo posible, tenemos un margen de actuación. Por ejemplo, disminuir la cantidad de tiempo que pasamos frente a la pantalla. Tener una adecuada higiene del sueño, dejando el móvil a un lado. No mirar este dispositivo nada más levantarnos, sino que, podemos tomarnos nuestro tiempo para desayunar tranquilos, meditar unos minutos y después, comenzar el día de una forma más consciente y no tan atropellada.
Si te ves identificado en este enjambre de prisa y autoexigencia y quieres saber más acerca de cómo flexibilizarlo, puedes comenzar aquí.