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Opinión

Lirios otra vez

Uno de los lirios que cultiva Moncho Campos en su huerto.
Uno de los lirios que cultiva Moncho Campos en su huerto.

 

[dropcap]C[/dropcap]ada año espero con ansiedad el irrumpir de mayo. El huerto se me llena de matas y de flores y agradecida me devuelve la tierra sus mejores frutos. Pero la aparición mas anhelada es la flor de los lirios. Los tengo de todos los colores. Donde hallo alguna tonalidad que no poseo pido o comparto según la circunstancia.

Les digo a mis visitantes que mi pasión es sembrar y cultivar inutilidades. Ellos no conocen el dicho de John Ruskin: “Recuerda que las cosas más bellas de este mundo son las más inútiles: los pavos reales y los lirios, por ejemplo…”. El evangelio ya citaba la belleza de los lirios del campo, que “ni Salomón con todo su esplendor pudo igualar”.

Cultivar un pequeño jardín, trastear las hierbas, regar de vez en cuando, cavar las partes duras, podar, sembrar rizomas y semillas, hablarle a las plantas, oler las flores, esperar durante el invierno que lleguen los primeros brotes…es una tarea que nos une a la naturaleza, clarea nuestras mentes y nos hace descubrir lo efímero del tiempo y de nuestras propias personas.

Poniéndole cariño a este trabajo vas encontrando un sentido a nuestro mundo que es todo donación y entrega para nuestra felicidad…”Todo el jardín cantaba para ti, perfumaba, florecía, loco de lirios que ansiaban derramarse a tus pies…” (L. Lugones) Y es que quizá sean los lirios las flores más hermosas y finas que cada primavera se nos brindan. Al menos así lo son para mi.

Con su esbeltez, sus variados colores mezclados y ensamblados de modo exquisito, su sencillo pero penetrante olor…destacan por los parterres como elegantes figuras femeninas en la plenitud de su belleza y juventud.. Ya decía también Oscar Wilde que “con libertad, libros, lirios y la luna ¿quién no puede ser feliz…?

Cada mayo su floración me transmite esperanza y un enorme aliento de vida. Contemplándolos y gozándolos es como si uno hubiese alcanzado la plenitud de la existencia, el no necesito más para ser feliz aquí y ahora. Al mirarlos me descubro a mi mismo agradecido por poder disfrutarlos una vez más. Y comprendo entusiasmado que “sólo estás aquí para una breve visita. No te apures, no te preocupes. Asegúrate de oler los lirios del camino…” (Walter Hagen)

La otra cara es que el reinado del lirio es breve. En dos semanas se marchita la flor y solo permanecen las espigadas hojas con su profundo verde hasta el siguiente año. Tendré que esperar otros once meses para verlos de nuevo. Y esto me plantea la brevedad de mi propia vida…¿estaré el próximo año para regocijarme con ellos…? Cuando yo no esté quién los cuidará con mi mismo amor, quién se alegrará con su llegada… o se perderán sin encontrar otro jardinero que los vigile y haga renacer…

Su brevedad es la mía, la de todos. Su luz y su belleza pueden desaparecer con el tiempo. Cuando yo sea olvido seguro que el mundo los habrá olvidado también. Y morirán sin tener una mano y unos ojos que los renazcan en cada primavera. Conozco bien la condición humana.

Pero este mes han cumplido su destino: me han hecho feliz derramándose a mis pies y me han visto como siempre: esperanzado y realizado.

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