El escritor leonés Luis Mateo Díez denunció este viernes en la Feria del Libro de Valladolid que detrás de buena parte de la despoblación del medio rural se encuentran el “olvido y el abandono” de los poderes públicos, pero a la vez que argumentó que se está produciendo un intento “estrambótico, ecologista, metafísico” en defensa de una España vacía “que lo mejor que le pudo pasar es que nada la hubiera llenado, por vivir al límite de la nada”.
ICAL. El premio Nacional de las Letras Españolas 2020, que esta tarde impartió una conferencia junto con el escritor burgalés Tomás Val y el poeta y director de Relaciones Institucionales de El Norte de Castilla, Carlos Aganzo, sostuvo que no se puede reivindicar una España en la que no se daban ni las condiciones mínimas de supervivencia pero, al mismo tiempo, recalcó que hay una “España perdida por la mala política y a la que se ha dejado de atender”.
Por su parte, Tomás Val se pronunció en los mismos términos y aseguró que los defensores de esa España que no contaba con unas condiciones dignas para vivir son personas que nunca vivieron en un pueblo. “Los grandes plañideros de ese mundo que se ha ido son gente urbana, pensadores, sociólogos que no tienen ni idea de lo que supone vivir en algunos pueblos”, sentenció
En este sentido, Mateo Díez apuntó que existe una conciencia romántica que defiende una vuelta a ciertos “paraísos perdidos”, en contraste con las desgracias de la civilización actual. Así, argumentó que el hombre es libre para vivir donde quiera, pero puso en duda que se pueda “predicar” buena parte de la España vaciada como un “paraíso perdido”.
Bajo el título de La infancia inventada, los tres escritores también disertaron sobre una etapa de la vida que Aganzo definió como “patria inventada, dado que, sea verdad o mentira, lo que nos hace eternos es lo que hemos vivido de niños”. Por su parte, Mateo Díez apuntó que volver a la infancia a través de la literatura y de la escritura es una posibilidad de construir un mundo imaginario.
Mientras tanto, Tomás Val, natural de Marcillo de Bureba, pueblo abandonado, apuntó que es imposible saber cómo fue nuestro pasado, “dado que todo lo que recordamos es falso. Nunca fuimos como nos imaginamos”, para argumentar que somos hijos de un tiempo y no de un pueblo. “Más allá del tiempo no somos nada”, aseveró.
Por otra parte, los autores también defendieron la importancia de la oralidad. Mateo Díez, además de asegurar que la identidad de la persona se forma desde las palabras que se aprenden en la infancia, reconoció que él de niño se pudo conectar con el mundo a través de la oralidad. Por su parte Tomás Val explicó que hasta bien entrada la Edad Media era incomprensible leer interiormente, y apuntó que muchas civilizaciones antiguas sostenían que mejor que escribir era hablar, “dado que lo que hablamos vuela y se propaga, mientras que lo escribimos se queda encerrado en un folio”.