[dropcap]S[/dropcap]i tuviera que quedarme con un mensaje de los que he recibido en estas dos semanas, me quedaría con la fuerza humana que responde a una convocatoria de repulsa con consecuencias fatales para un joven en A Coruña. Supongo que pueden imaginar que hablo de Samuel, una persona desconocida para mí y la mayoría de la gente hasta hace unos días y que lamentablemente se ha convertido en víctima de una parte de la sociedad que muestra en ocasiones la cara más oscura y menos tolerante de una madrugada de fiesta entre amigos.
Una convocatoria que sacó a la calle a miles de personas, pidiendo justicia, respeto y que la violencia gratuita alentada por delitos de odio, cese. Cuando hablamos de violencia, a mi parecer hablamos de fracaso, de un agujero demasiado extenso y una cruz que ya pesa bastante en un país que presume de civilizado. Hablamos de personas y no de números. Hablamos de familias y no de expedientes. Hablamos de dolor, de lágrimas, de personas con nombres y apellidos
El vive y deja vivir, que se ha convertido en un lema para mí, es evidente que la mayoría no lo conoce. El respeto es algo que una vez existió y se diluyo al amparo de la noche.
Realmente me apena la vida robada de una persona y me apena también el observar que algunas personas que acuden a concentraciones o minutos de silencio en repulsa por violencias realmente se convierten en partícipes de todas ellas al permitir con su silencio o sus acciones que se sigan realizando. La conciencia se lava de otra manera.
Mirar hacia otro lado, no hace mejores personas, ni el que el problema desaparezca, mirar hacia otro lado, acaba convirtiéndote en cómplice y esto último deberían de tenerlo en cuenta todos y todas los que observan en las calles, en los centros educativos, en el piso de al lado y en tantos sitios donde la violencia liberada y desatada hace su ‘agosto’, mientras bajan la cabeza y aceleran el paso.
En una tertulia, al exponer todo esto, uno de los asistentes me dijo que “los cementerios están llenos de valientes“. En efecto, pero esta sociedad también está plagada de cobardes dispuestos a seguir con sus fechorías y mal ejemplo para la gente que buscar vivir en armonía. Vivir en sociedad supone un reto importante que contempla valores, educación y ética.
La teoría es muy fácil de estudiar, pero lo costoso y difícil es la práctica.
¿Aceptan el reto?