[dropcap]E[/dropcap]spero que no tengas mucha prisa, pues tardaré un ratito en llegar. Lavaré mis manos antes si las tengo sucias. Dejaré en lugar adecuado lo que ellas porten, no todo debe dejarse al arbitrario equilibrio del aire sin previsión de un cómodo aterrizaje.
Acudiré antes a la dulzura que a la urgencia, lo aprendí de Pedro, sus auxiliadores pastores y el lobo que solo una vez vino. Tu paciencia será mi polo inverso, tu prisa me situará en el que estés tú.
Antes de que mi pie derecho de un paso hacia ti será mi cintura la que te busque. Antes de que mi cintura se torne hacia ti serán mis ojos quienes te vean. Antes de que mis ojos te vean serán mis oídos quienes te interpreten. Antes de ofrecerte una respuesta sabré si me invitas a mí o te invitas a ti. Antes yo estaré conmigo. Espera a que me despida de mí para ir a ti.
Sin necesidad de querer guardaré los singulares, queriendo compartiré los plurales. Me gustan los nosotros, me aíslan los yoes, los túes, los eles y las ellas. Comulgo con trigo, se me atragantan las ruedas de molino.
Háblame de tus aspiraciones, no dejes ser a tus deseos, al menos a aquellos que quieres que sucedan sin que tú sucedas. Me duermo, no puedo evitar la somnolencia ante lo que está por llegar, en cambio, tus intentos firmes me harán pasar la noche en vela. Las palabras suenan y se van, se olvidan o quedan viejas, los hechos para siempre quedan.
Creo todas las promesas, tan firmemente como quien cree en Dios, en la Pachamama, el terraplanismo o el hasta que la muerte nos separe. A todos concedo el derecho a creer que lo que creen, es. Hasta que se cumplan viviré lo que toque. El único contrato cierto es el de obra o servicio.
Me situaré por siempre en la crédula incredulidad. ¿Cómo si no? Los árboles más frondosos terminan por arrancarse las ropas con la llegada del frío y los secos troncos de invierno se visten de verde cada primavera. ¿Para siempre? Para ser perenne basta con que la hoja te dure dos años o que no se noten los cambios.
¿Quieres que vaya? No me digas ven. Hazme imposible no ir. ¿No sabes cómo obligarme? Pregúntate al revés. ¿De dónde no quieres irte tú? ¿Dónde querrías entrar? ¿Por qué un viaje sí y otro no? ¿Por qué voy a ser yo diferente?
No me digas ven. Abre la puerta. No me preguntes gustos para escoger destino. Haz apetecible un camino. Consigue hacerlo fascinante, nadie coge un tren basándose en quien lleva los mandos, sino en el desenlace de la vía.
No me digas ven. No me reclames. Apetéceme y tendrás mi atención y mi prisa.