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Opinión

Ventarrones del verano

Una sandía. Imagen de Manfred Richter en Pixabay

 

[dropcap]C[/dropcap]omo todos los años, en cuanto atiza Lorenzo la fogata, nos acordamos de lo fresquitos que por estos pagos se pasa el invierno. Y es que, además, como valor añadido, la solana, cuando pega duro, suele resecar las vías sanguíneas, de tal forma que las seseras sufren metamorfosis que las convierten en vulgares máquinas de parir bobadas.

La crispación sigue incongruentemente marcando rumbos y encontronazos entre los distintos gallineros de la política más zafia de esta piel de toro, que no acaba de curtirse como Dios manda.

Cabe preguntarse cuándo suscitarán las grandes temáticas del estado un interés general, que vaya más allá de ese oportunismo que sólo existe pensando en votos y prebendas.

Así va la vasija, medio vacía, medio llena, en función de lo que leamos o escuchemos, que para eso están los predicadores (eso sí de todo tipo y pelaje) condimentándonos, con el entretenimiento superficial, los intermedios cinematográficos de nuestras vidas.

Los jueces enjuiciados -¡oye tú!- hasta por ministros, ministras y ministres, mientras que la mayoría de las asociaciones judiciales -cosa lógica- andan alimentando el mosqueo entre togas.

Lo sustancioso es que volvemos a ver cómo la política de un signo y del otro –tales para cuales- buscan el total amaneramiento de sus señorías al acomodo de sus intereses.

El caso es que muchos, muchísimos españoles, creemos en la justicia que se ofrece en los juzgados provinciales. Otro gallo cantaría si los políticos corruptos, andrajosos metemanos en el cajón de la pasta, se las tuviesen que ver con los jueces que viven lejos de las esferas con olor promocional a sillas de alta alcurnia.

Pero todo es opinable y hasta la oposición saca pecho estos días con el fallo del Tribunal Constitucional, cuando la decisión que tira de las orejas al doctor Sánchez y sus muchachos, muchachas y muchaches, es ramplona y de corto apoyo.

Mejor que crucigramas, sopas de letras y jeroglíficos para nutrir el ocio, es tirar de hemerotecas y distraer el tiempo con la fabricación de baratijas y chorradas, que en este tiempo se producen en botes de disparates en conserva: helados de trastornos a la matria, carne de hierba y musgo en chuletón rojillo y manuales para borrar promesas y juramentos.

Mientras tanto, la luz nos rompe los bolsillos cuando los que aseguraban una guerra contra las eléctricas para salvarnos de su acoso, callan aprendiendo, cómo la casta que tanto criticaron se les sube a la barbilla.

Da la impresión de que este verano va a dejar demasiados rescoldos calientes para la otoñada, que llegará, según el parte meteorológico de la política previsible, con grandes e intensos vientos que sacudirán los sauces más llorones de la política, buscando que la hojarasca penetre en el zurrón preelectoral que seguramente abriremos en nada.

 

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