[dropcap]L[/dropcap]as nuevas medidas frente a la COVID-19 anunciadas por el presidente francés Emmanuel Macrón, entre ellas la obligatoriedad del carnet sanitario (certificado de vacunación o test negativo) para acceder a numerosos locales públicos (cines, bares, terrazas, restaurantes, trenes, aviones, centros comerciales, centros sanitarios, …), han tenido un efecto inmediato: menos de veinticuatro horas después más de dos millones y medio de ciudadanos habían solicitado una cita para vacunarse.
Por otra parte, anunció también que todo el personal sanitario y quienes trabajen con personas dependientes deberán vacunarse antes del 15 de septiembre, y en caso de no hacerlo «habrá multas y sanciones», incluyendo la pérdida del empleo. El ministro de Sanidad Olivier Véran concretó aún más este último punto: “A partir del 15 de septiembre, si usted es personal sanitario y no está vacunado, no podrá trabajar y no será pagado”. Tres días después la Ley ya se está discutiendo en el Parlamento francés.
Estas medidas, sin duda valientes y necesarias, aún quedan lejos de las propuestas por la Academia Nacional de Medicina Francesa, que plantea como la “única opción realista para alcanzar la inmunidad colectiva la vacunación obligatoria a toda la población”. La Academia recuerda que, en el pasado, se impuso la vacuna obligatoria con la viruela, la difteria, el tétanos, la tuberculosis o la polio y que, desde 2017, once vacunas son obligatorias para todos los menores en Francia.
«No tengo ninguna intención de sacrificar mi vida, mi tiempo, mi libertad y la adolescencia de mis hijas, así como su derecho a estudiar adecuadamente, por quienes se niegan a vacunarse. Esta vez se queda usted en casa, no nosotros”, advirtió el presidente francés, dejando claro que, si los ciudadanos franceses quieren hacer vida pública, tendrán que vacunarse.
De frente, mirando a los franceses a través de las cámaras de televisión, a la hora de máxima audiencia, Enmanuel Macrón anunció un paquete de medidas con una combinación de incentivos y multas, destinado a frenar la pandemia en base al incremento de la vacunación, que es la única medida capaz de acabar con la misma. Señaló que es el momento de “reconocer el civismo y hacer recaer la carga de las restricciones en los no vacunados, y no en todos”. El resumen de su mensaje es: la vacuna equivale no solo a salud, sino también a la plena libertad, un mensaje sobre la libertad opuesto al que ha vendido y continúa vendiendo Isabel Díaz Ayuso y una gran parte de la derecha española.
Coincido plenamente con el mensaje del presidente francés y reconforta ver que, a diferencia de cómo se quiere hacer ver en España por grupos negacionistas y por los partidos políticos que explotan el descontento popular en beneficio propio, las medidas de defensa de la salud pública no son de derechas o de izquierdas y no solo no atentan contra la libertad, sino que son la única garantía de libertad para todos.
Dado que en España ningún político ni ningún partido asumen aún un mensaje como el de Macrón, el mensaje que debemos transmitir a los ciudadanos sigue siendo el mismo: lávense las manos, mantengan la distancia social de seguridad y use mascarillas en interiores y, si en alguna situación concreta tiene dudas, extreme las medidas de seguridad: mejor pasarse en las medidas que contagiar o contagiarse, pero haga saber que, como Macrón, usted no se quiere quedar en casa: ¡que se queden ellos!