[dropcap]C[/dropcap]omo Lázaro de Tormes, Manuel Villar y Macías, también nació en Tejares. Ambos comparten pueblo, porque por aquel entonces 1828, año del nacimiento del historiador y periodista salmantino, Tejares tenía entidad municipal propia, y vivencias propias para estar incluidas en novela de misterio, desesperación, frustración y reconocimiento. Por esta razón forma parte de la serie de personajes con leyenda de Salamanca
Villar y Macías es uno de los hombres que más y mejor conoció su Salamanca. Contó lo que acontecía siendo periodista y como historiador publicó varios volúmenes de la vida y costumbres en Salamanca desde la prehistoria hasta la de sus días. Un día decidió que ya era hora de dejar de pasearla y se adentró en el Tormes. Allí encontraron su cuerpo inerte un 26 de junio de 1891.
Y surgen preguntas: ¿Cuánto dolor había acumulado para decidir que era el momento de parar? ¿Cómo había sido su vida para ponerle fin de esa manera tan abrupta, al menos para sus familiares? ¿Cómo fueron sus últimos días? ¿Pudo la controversia de una fecha desencadenar la tragedia?
Tomemos palabras que escribió Manuel Villar y Macías en vida para ver si encontramos respuestas figuradas a estas preguntas. Su primera obra literaria, Ecos del arpa, Colección de Poesías y leyendas, es un libro de poesía que recoge poemas de cuando tenía 17 años y él mismo dice que “no ha sido mi objeto otro que el de desahogar mi espíritu. Y puedo decir con un personaje de Goethe: que siendo mi corazón un torrente que brota con demasiada fuerza, necesito canciones para mitigar su vehemencia».
Las poesías escritas en el libro son “hijas de mi imaginación solitaria, melancólica y ardiente, son la expresión fiel de los sentimientos que me han agitado. En ellas he llorado, porque he padecido; he cantado, porque he sido dichoso; he orado, porque tengo fe, y he dudado, porque soy hombre”.
Villar y Macías, el cronista de Salamanca, nació en el seno de una familia acomodada, vinculada a la política y a la intelectualidad salmantinas. Su padre era farmacéutico. Sus hermanos siguieron la tradición familiar a la hora de elegir estudios universitarios, pero Manuel Villar y Macías se decantó por Derecho, aunque no llegó a terminar los estudios. Pronto se inclinó por dejar su impronta en artículos, reportajes y libros.
Sus trabajos en la prensa se iniciaron en 1851, con colaboraciones en El Correo Salmantino. De 1860 a 1862 fue director de Crónica de Salamanca. También aparece su nombre en Revista Salmantina, Álbum Salmantino, Eco de Salamanca, Adelante, La Provincia, El Eco Popular, El Porvenir, Revista del Círculo Agrícola Salmantino, El Semanario Salmantino, El Eco del Tormes y La Revista de Salamanca. Sus escritos son generalmente composiciones poéticas.
Él mismo se ha descrito como hombre de Fe y propenso a la melancolía. Los demás lo consideraron el cronista de Salamanca, porque entre sus obras destaca por encima de todas la Historia de Salamanca, un encargo de la Diputación, que le trajo más de un quebranto, aunque con ella conquistó la inmortalidad, entendida como que ha pasado a la historia de la ciudad.
Salamanca honra a Villar y Macías con una calle y también se le recuerda con un parque que une el barrio de El Carmen y Pizarrales, donde los muchachos juegan y los mayores observan. Y por último, un colegio al que da nombre.
Sobre su obra cumbre, Historia de Salamanca, Vicente de la Fuente y Cordón dice en el Boletín de la Academia de la Historia, de la que Villar y Macías formaba parte. …
«En resumen la obra es de mérito y acredita al autor, como a la Academia que le tiene por Correspondiente, como a los otros historiógrafos de Salamanca; y a la verdad place que al escribir estos libros se halle la dedicación con la satisfacción de que ya de antemano había apreciado el mérito de los autores.
Tiene la originalidad en la forma clásica y concreta con que procede resumiendo y recapitulando los sucesos con acierto y buen golpe de vista, imparcialidad, erudición y criterio. De todo lo cual se deduce el relevante mérito en su género y su utilidad en las Bibliotecas, según el recto y usual criterio de la Academia con otras obras de la misma índole».
Pero, no todos fueron así de magnánimos, el periodista Juan Barco publica en El Adelanto el 8 junio de 1891, como recoge en un extenso artículo el blog Salamanca en el ayer, que echa de menos más rigurosidad y protagonismo en la Historia de Salamanca al Arzobispo Fonseca y la fundación del colegio que lleva su nombre.
(…) La libertad del servicio se llamó a la donación que de una cuantiosa suma de maravedises hizo en vida el ilustrísimo señor don Alonso de Fonseca y Acebedo a la ciudad de Salamanca, para que con la renta de aquella cantidad se pagasen las contribuciones y la ciudad viviera libre de tributos.(…)
(…) ¡Un rinconcillo en la Historia… y gracias!… Hasta el vulgo ha dejado de llamar del Arzobispo al grandioso Colegio de Santiago, fundado por Fonseca, y no está lejano el día en que solo los eruditos sepan que al eminente primado débese el edificio suntuoso que hoy las gentes conocen ya por el solo nombre de Colegio de los Irlandeses!(…)
(…) De igual suerte el señor Villar y Macías, dice que Fonseca “no sólo fundó el Colegio, sino que también libertó a la ciudad de todas las contribuciones que pagaba”, viéndose en el orden gramatical de esta oración que para nuestro moderno historiador, lo mismo que para el antiguo, fue la fundación del Colegio de Santiago anterior al donativo que hizo a la ciudad, el muy ilustre Arzobispo.
Y por si alguna duda cabe respecto a que el señor Villar y Macías está confundido en este punto, no hay más que ver sino que el mismo señor Villar adelanta un año, con relación a la fecha de Dorado, la fundación del Colegio, poniéndola en 1521 se lee en la página 208 de la Historia de Salamanca, escrita recientemente por nuestro ilustrado paisano.
No más que en seis años se equivocó el señor Dorado, y en siete años el señor Villar y Macías, al hablar de la fundación del Colegio de Santiago Cebedeo (vulgo del Arzobispo), pues la referida fundación no se verificó hasta el año de 1528, algunos después de La libertad del servicio; y la primera Junta del Colegio, congregada por su primer Rector don Antonio de Fonseca, se celebró en 17 de Octubre de 1530, “en la cual Junta nombraron por Rector a Fernando Pérez de Oliva y por consiliarios a Méndez de Saa y Pedro López de Rivera, y juraron guardar las Constituciones y tomaron la sopa los colegiales”.(…)
Y así comienza un intercambio de cartas que se publican en El Adelanto. Villar y Macías da pruebas de que lo que ha publicado en su Historia de Salamanca está bien documentado e insta a Juan Barco a sacar a la luz el documento donde asegura que lo que dice es cierto.
Villar y Macías publica el 10 de junio de 1891:
El señor don Juan Barco, en el artículo publicado en este periódico el 8 del corriente, afirma, aunque sin citar autor ni documento fehaciente que lo confirme, que el Colegio Mayor del Arzobispo lo fundó don Alfonso de Fonseca, no en 1521 como decimos en nuestra Historia de Salamanca, sino en 1528; sostiene esta opinión poniéndose en contradicción manifiesta con los autores que afirman la fecha de 1521.
Villar y Macías defiende que se le otorgó espacio suficiente en la Historia de Salamanca a los fastos y al agradecimiento que el pueblo de Salamanca tuvo con el Arzobispo Fonseca por la generosa contribución económica que sirvió para que durante unos años, los salmantinos no tuvieran que pagar impuestos.
Concluye así el artículo Villar y Macías: “Respecto a la renta que dejó el Arzobispo para redimir los tributos reales, ya no alcanzaba en 1613, por el aumento que estos habían tenido, y el Ayuntamiento le suplicó al Rey le concediese facultad para usar de alguna sisa de las que tenía impuestas, y de ella sacar cantidad suficiente con que pagar los atrasos y comprar lo que fuese necesario hasta en cuatrocientos ducados de renta que faltaban cada año del servicio ordinario y extraordinario, pagando por esa merced lo que fuese justo. En la real cédula expedida con este motivo por Felipe III, se le llama Patriarca al Arzobispo, confusión disculpable por la identidad del nombre y apellido de ambos».
El intercambio de cartas continúo en El Adelanto unos días más.
Juan Barco publica el 16 de junio de 1891:
Bien lejos de mi ánimo estaba el molestar a don Manuel Villar y Macías con mi artículo La libertad del servicio, y bien creí que aquella inserción mía, hecha «sin citar autor ni documento fehaciente”, serviría para que el que ha escrito la Historia de Salamanca, reflexionando un tanto precisamente sobre el detalle de no citar yo autores ni documentos, comprendiese que en datos de mucha fuerza habría de apoyarme para afirmar rotundamente lo contrario de lo que han dicho desde Gil González Dávila hasta el propio señor Villar, copiándolo los últimos de los primeros.
También creí que sería penetrada mi buena intención – no otra que la de no poner más en evidencia los errores del señor Villar – y aún esperaba, ¡cándido de mí!, que el cronista de Salamanca, descendiendo por una sola vez desde su excelsitud hasta mi humildad, me hubiese preguntado privadamente las razones en que me apoyaba para asentar resueltamente que el Colegio del Arzobispo se había fundado e instituido en 1528 y no en 1521, como el señor Villar dice, tomándolo de sus antecesores los cronistas salmanticenses. (…)
(…)Tengo a mi lado, señor Villar y Macías, la autoridad del fundador del Colegio, del mismísimo señor don Alonso de Fonseca y Acebedo; y no así como se quiera, sino expresada aquella del modo más fehaciente que exigir pudiese el más descontento. Tengo copia auténtica de la carta fundacional del Colegio de Santiago Zebedeo, hecha por el Arzobispo de Toledo, ilustrísimo señor don Alonso de Fonseca. (…)
Juan Bravo expone los documentos, íntegramente publicados en el blog Salamanca en el ayer, donde también se encuentra la contestación de Villar y Macías, la última vez que publicará antes de suicidarse, fue el 17 de junio de 1891 en El Adelanto. El artículo lleva por título ‘Dos palabras’:
Dejemos aparte todo lo que de apasionado y personal contiene el artículo anterior del señor Barco, a quien no seguiremos en ese terreno; sin embargo, le disculpa el hábito diariamente contraído en las luchas de la prensa política, que necesariamente ha de influir en las discusiones literarias, aunque sean de tan escasa importancia como la presente, reducida a demostrar si una fundación tiene seis o siete años menos de antigüedad. En el artículo que publicamos el 10 del corriente, dijimos que el señor Barco afirmaba sin citar autor ni documento fehaciente; hoy salva esta omisión, y nos felicitamos por haber dado motivo a ello, pues no de otra suerte rectificaría el testimonio de los autores que entonces mencionamos y el de Llaguno, Cabeda y Lafuente, que recordamos ahora. Y vea como el mismo articulista ha concluido por darnos la razón, al publicar el documento que echábamos de menos.
Dice el señor Barco, que debimos dirigirnos a él privadamente, y que en esa particular consulta, nos hubiera contestado con sumo gusto, y sin mayor publicidad, hubiera quedado resuelto entre ambos el asunto y desvanecido el yerro; no creemos que reportaría utilidad alguna esta investigación secreta; sin embargo, dispuestos estamos a admitir el consejo, aunque no sea más que por evitar apasionamientos impropios de estas discusiones literarias.
El 27 de junio, El Adelanto recoge el suceso acontecido el día anterior.
EL SUCESO DE AYER. Con una celeridad extraordinaria cundió ayer por Salamanca, causando triste impresión en todos, la noticia de haber sido hallado el cadáver de D. Manuel Villar y Macías en las aguas del Tormes. A la una de la tarde no se hablaba de otro asunto en toda la población, y a las seis el extraordinario de El Adelanto satisfacía por un momento la curiosidad pública, dando a conocer los primeros detalles del suceso. La circunstancia de ser persona muy conocida en Salamanca el señor Villar, explica el sentimiento causado por su muerte y también los deseos de saber minuciosamente los pormenores de tan sensible desgracia. (…)
(…) D. Manuel Villar y Macías, cronista de Salamanca. Pereció en el río, al cual dicen se arrojó desde la llamada Peña pobre. Referiremos algunos datos que se nos proporcionan en las oficinas eclesiásticas, toda vez que sirven mucho para juzgar que no se trata de un criminal suicidio, sino de una desgracia que debe atribuirse a la enajenación mental de dicho señor. Días pasados, creemos que el lunes, visitó a nuestro excelentísimo Prelado, con quien mantuvo larga conversación acerca de literatura e historia, haciéndose superior durante ella al profundo disgusto que decía le atormentaba de algún tiempo a esta parte. (…)
Solo han transcurrido unos días del intercambio de artículos en prensa de los dos periodistas y comienza las especulaciones sobre las causas de la muerte del cronista de Salamanca y que quizá el hecho de cuestionar un detalle de su obra, lo llevaran a suicidarse.
Manuel Barco, hermano del periodista Juan Barco, publica una carta el 28 de junio de 1891, debido a las informaciones que circulan por Salamanca sobre su hermano.
(…) Los periódicos, al dar cuenta de la desgracia que aflige a la familia del señor Villar, a los amigos del señor Villar, y aun a Salamanca entera, por haber sido el señor Villar una de sus mayores ilustraciones contemporáneas, han indicado que una de las causas, sino la única la más inmediata de la funesta determinación de don Manuel, fue la impresión hondísima que le produjo la polémica, sostenida en los primeros días de este mes, con mi señor hermano. (…)
(…)Pues bien, yo debo decirlo, y decirlo alto y claro para que todo el mundo lo oiga y entienda: la polémica (muy breve, dos artículos por cada parte) sostenida entre mi hermano don Juan y el desgraciado don Manuel Villar y Macías (q. g. h.), fue una polémica razonada y culta, una polémica exclusivamente literaria, en que para nada entraba la personalidad del señor Villar y Macías como hombre y como caballero; una polémica, en fin, bien distinta (y lo digo lamentándolo) de las que desde hace ya algún tiempo, todos los días vemos en nuestra prensa de la localidad. (..)
El intercambio de artículos acaba con uno que publica el sobrino de Manuel Villar y Macías, Constantino Villar, el 1 de julio de 1891, contestando al hermano de Juan Barco.
(…) Para ello no he de discutir si los artículos de su señor hermano eran de polémica exclusivamente literaria o envolvían a la vez ataques personales, porque basta su lectura para apreciarlo; y sí únicamente concretarme a trasladar aquí la frase que en más de una ocasión oí repetir a mi desgraciado tío en los últimos días de su vida: “No es el resultado de la polémica lo que me afecta; lo que concluirá seguramente con mi vida y con mi razón, son los insultos que en ella se me han dirigido”.
Concluiremos con las palabras que escribió Villar y Macías en su primera obra, Ecos del arpa, Colección de Poesías y leyendas: De todos modos, esperamos el fallo del público con respeto y desconfianza.
Fotografías. Almudena Iglesias Martín
Villar y Macías, en Salamanca (Sigue la flecha para ver las imágenes)
Bibliografía.
- Blog. Salamanca en el ayer. (Todos los párrafos en cursiva están extraídos literalmente del blog)
- Real Academia de la Historia.
- Biblioteca Digital de Castilla y León.