[dropcap]E[/dropcap]n 1984 se convocaron concursos para los proyectos de las plazas del Campillo, San Marcos y Santo Tomás. Se pudieron presentar solamente arquitectos salmantinos. Se otorgaron dos premios por plaza. El primero dotado con 250.000 pesetas, y el segundo con 200.000. Emilio Sánchez Gil ganó el concurso dela del Campillo, Juan e Ildefonso Vicente y Javier Vázquez redactaron los otros dos proyectos. El éxito del concurso lo podemos valorar por el número de arquitectos que se presentaron, cuarenta.
En 1985 los arquitectos José Luis Solana Prat, Pilar Briales y Ricardo del Amo redactaron el proyecto de urbanización de San Cristóbal; Juan Vicente García y Javier Vázquez se encargaron de la Plaza del Arrabal o de Poniente, y Bonifacio Reyes realizó el de la Plaza de Toneleros. Al tratarse de un concurso nacional recibieron un premio de 500.000 pesetas y la adjudicación del proyecto definitivo. También se concedieron un segundo premio de 250.000 pesetas y un tercero de 125.000. El jurado estaba integrado por miembros de la Corporación municipal, representantes de los colegios de Ingenieros y Arquitectos, asociaciones de vecinos y un representante de los concursantes. Concurrieron 58 trabajos para San Cristóbal, 16 para la Plaza de Poniente y otros 16 para la de Toneleros.
Las obras en Campillo, San Román, San Justo y San Marcos comenzaron en 1985. El proyecto de San Román fue realizado por los servicios municipales. En la Plaza del Campillo se instalaron grandes piedras de granito que imitaban dólmenes y menhires que dio singularidad al espacio. San Román se resolvió con la creación de dos niveles, el primero a la altura de la iglesia que da nombre a la plaza y la torre del convento de Santa Clara, y el segundo a la altura del palacio de los Francos, casa de los Ramos del Manzano. Ambos espacios se comunicaban por una escalinata y un graderío que salvan los desniveles. También se accede de uno a otro espacio a través de una rampa.
Esta preciosa plaza está presidida por el claustro de los Francos, trasladado desde la actual Gran Vía al patio de las Siervas de San José. Las josefinas permitieron a Pablo Beltrán de Heredia dar la vuelta a la fachada del edificio para que los salmantinos pudieran disfrutarlo. Con la intervención en el palacio y en la plaza se embelleció el entorno que hoy solo afea el solar del que fuera Teatro Bretón. Se ha convertido en un lugar muy atractivo para la gente joven que gusta de usarla. También es propicia para la realización de actividades musicales y culturales. Solamente tiene un inconveniente, soporta una continua agresión de los grafiteros.
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