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«Me recomendaron colocarme al fondo de la tienda»

Un día después, los vecinos de Garrido cuentan cómo vivieron el hallazgo en su barrio de un proyectil de la Guerra Civil
bomba garrido 3
El despliegue policial en Federico Anaya.

[dropcap]E[/dropcap]l pasado miércoles el barrio Garrido interrumpió su actividad cotidiana tras el descubrimiento de un explosivo de la Guerra Civil. Una de sus vías principales, la avenida de Federico Anaya, fue acordonada junto a zonas colindantes. Todo el vecindario comenta por la calle un día después la intriga con la que vivieron lo sucedido.

Texto: David García – Cervigón Romero de Ávila

Unos temieron por sus vidas y abandonaron rápido la zona, otros se acercaron para descubrir el motivo que había atraído a la Policía hasta sus calles. Vecinos de Garrido cuentan sus experiencias.

Quien más cerca estuvo del explosivo fue Natalia Rincón. «Tenían el coche de Policía aparcado delante de la puerta del local donde trabajo. Habían metido el explosivo en el vehículo, por precaución».

La policía la obligó a permanecer en su establecimiento. «Me recomendaron colocarme al fondo de la tienda, veían muy improbable que pudiese detonar, pero mejor era prevenir. Me entretuve organizando los productos». Al principio, con todo el barullo, no supo si podría tratarse de un asesinato, «pero cuando me lo explicaron me quedé más tranquila», comentó.

Ángel Hernández, vecino del barrio, narra los acontecimientos que observó. «Bajó un obrero con una granada en la mano. La encontraron unos albañiles que estaban haciendo una reforma en un trastero. El piso debió pertenecer a un teniente jubilado. La gente acudió en masa. No entiendo tanto interés».

Antonio Martín, quien trabaja en un kiosco en la calle Acacia, perpendicular a la avenida de Federico Anaya, estuvo confuso al inicio. «Pensé que habían atracado la pastelería, otros hablaban de un escape de gas, pero rechacé esta posibilidad porque no había bomberos», explicó. No temió por su integridad debido a la distancia que separaba su negocio del cordón policial. «Debía ser un explosivo muy contundente para alcanzarnos», matizó el quiosquero.

Las fuerzas del orden rondaban la Pastelería Gil por la cercanía que presentaba al origen del proyectil, atrayendo muchas miradas que contemplaban el hecho. Transi Moro tuvo que cerrar la pastelería. «Estaba muy nerviosa, me explicaron que tenían la bomba en el coche», dijo. En un inicio las obligaron a mantenerse al fondo del local, más tarde pudieron regresar a sus hogares por la puerta trasera de la pastelería. «No aprecié lo sucedido, solo advertí gran cantidad de espectadores agolpados, lo primero que pensé fue: ‘como explote verás qué gracia», manifestó Transi Moro.

Una farmacia próxima al lugar también sufrió las consecuencias del cordón policial que impedía el paso a los viandantes. «Me pilló fuera de la tienda, a dos calles. No pude regresar, pero mis empleadas seguían dentro», explica Yolanda Velasco. Observó la escena con nerviosismo, temía por la integridad de sus compañeras que en un principio no pudieron abandonar la farmacia. Más tarde, su salida de la tienda fue autorizada, para tranquilidad de la farmacéutica.

Pero el peligro que suponía el artefacto explosivo no provocó una huida en desbandada de la población de Garrido. Muchos transeúntes aprovecharon para acercarse. Así lo comprobaron alguno de los bares cercanos.

En el Bar el Bardal disfrutó de una tarde próspera de clientes que consumían por querer saber a qué se debía la presencia policial. «La terraza se me llenó, a ver si encuentran otra bomba hoy», manifestó Enrique Salagre.

Experiencia similar compartieron en el Café Los Olmos. «Seguimos atendiendo a la gente, además, los consumidores aumentaron, querían ocupar sillas con tal de informarse», dijo Yojani Aramez, quien sí vivió asustada la tarde del miércoles a diferencia del público de su local.

Pese al interés que generó la noticia que recorría el barrio, siempre hay alguien que vive indiferente de su entorno. El ejemplo lo encontramos en Alberto Prados, quien salió de su negocio y no se preguntó por el interés que tendría la policía en la calle donde trabaja. «Soy  poco chismoso y me daba un poco igual. Escuché a un hombre mencionar una granada de la Guerra Civil y me fui a casa. Soy un poco pasota», concluyó.

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