[dropcap]H[/dropcap]oy te cuento cómo influye el yoga en tu día a día, ese que yo llamo y abandera como lema de esta escuela: Yoga Cotidiano.
Supongamos una situación ficticia en la que una vez dentro del proceso de cómo se va desarrollando todo, te das cuenta de lo bien que te hace practicar yoga de forma constante.
“Una vez alguien que tenía el fin de semana planificado para ir a ver su familia y disfrutar de ella, se le ocurrió viajar en el trayecto de vuelta en tren.
Resulta que el viaje se anunciaba a bombo y platillo con unas determinadas horas en el recorrido del punto A al punto B. Hasta aquí todo bien y además ese alguien, como practica yoga, pues mucho mejor”.
El caso es que algo que aprendemos en yoga es ese yoga cotidiano que engloba muchas cosas. Como, por ejemplo, que la vida está compuesta de situaciones agradables y otras desagradables. Cuando me pasan cosas agradables tal y como yo deseo, y además soy yogui, es la leche. La cuestión llega cuando las cosas que te pasan no son agradables y no es lo que tú querías que sucediera. Ahí, y justo ahí, es cuando te das cuenta de ese yoga cotidiano, y si has estado en tu esterilla en alguna clase conmigo tal vez te acuerdes de mí. Es cuando esta disciplina del yoga te echa un cable.
“Pues resulta que el tren en el que ese alguien viajaba tiene una inesperada avería. Que da como resultado una hora de retraso, más una hora encerrados sin poder salir del tren con calor y las respectivas mascarillas cada viajero en su carita. En ese espacio de encierro inesperado, en el que podíamos haber bajado del tren a pasear y retirar las máscaras por unos instantes al aire libre, no pudo ser, y los nervios afloran vagón a vagón del ferrocarril averiado”.
Y aquí, si te ves en esa situación, se te presentan varias opciones, aunque ninguna de ellas va a hacer que el resultado cambie. No está en tus manos.
Opción 1:
Cabrearte mogollón, insultar a los trabajadores a bordo del tren y generar crispación entre los asistentes al viaje, ya que además corre el rumor de que queremos abrir las puertas y no se abren.
Opción 2:
Cabrearte y pensar: ”Jo…Con todo lo que tengo que hacer cuando llegue… Pero bueno, YO no puedo hacer nada. La gente está muy nerviosa. Voy a ponerme los cascos con música relajante y realizar unas respiraciones tranquilas y conscientes, y si me animo, realizo un pranayama de respiración yóguica”.
Yo, personalmente, ya sabes que me quedo con la opción 2 o el plan B. Pero vamos, libre de acción cada cual.
En esas situaciones banales en las que con esas banalidades te puedes amargar el día, pues eso, tampoco lo celebramos, pero lo hacemos más llevadero.
Si quieres practicar este pranayama en cualquier atasco, cola del súper, situación inesperada…Aquí te dejo el enlace.
Que tengas un buen día y cuides tu energía.
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