[dropcap]E[/dropcap]l Ministro de Universidades ha realizado un nuevo amago contra la enseñanza presencial y a favor de la telemática para el actual curso académico, que la Conferencia de Rectores (CRUE) ha cuestionado. La Junta de Castilla y León ha establecido para el inicio del curso unos requisitos bastante similares a los planteados por el ministro. La Universidad de Salamanca, partidaria de seguir aumentando la presencialidad segura se ha visto obligada a cumplir la normativa establecida por la Junta de Castilla y León y a comenzar el nuevo curso en las mismas condiciones de presencialidad segura del pasado, combinando presencialidad y formación “on line”.
En la actual situación de la pandemia, claramente diferente de la del curso anterior, esta decisión no es compartida por un número importante de centros y profesores universitarios, que consideramos que se dan las condiciones necesarias para poder volver a una enseñanza con mayor presencialidad teniendo en cuenta que, prácticamente todo el profesorado y los alumnos estamos vacunados, por lo que el riesgo sanitario es menor. Es más, asistimos entre asombrados y estupefactos al hecho de que se puedan levantar las restricciones y todos, los ciudadanos, alumnos o profesores también, podamos asistir a eventos multitudinarios, entrar en bares y discotecas, formar grupos en los pasillos de las facultades y centros universitarios y, no digamos ya, realizar corrillos en los campus, a las puertas de las facultades, mientras que en al aula se produce una separación excesiva que limita los aforos.
Por mucho interés que se ponga en la formación on line, generalmente retrasmitir en directo desde el aula la clase que se está impartiendo, el nivel de participación de los alumnos desde su casa no es el mismo. Cuando los alumnos son muy numerosos, por ejemplo en Medicina, es prácticamente imposible articular una enseñanza participativa por esos procedimientos. Si ya es difícil conseguir la interacción con los alumnos presentes en el aula, ayudándoles a perder el miedo escénico a hablar en público que los atenaza, conseguir ese diálogo profesor-alumno es prácticamente imposible mediante métodos telemáticos.
El alumno oyente, presente en el aula pero escasamente participativo, se transforma en el alumno ausente, a quien se le ofrecen los contenidos docentes en su propio domicilio, sin levantarse de la cama, dificultando notablemente, o haciendo directamente imposible, que asuma el protagonismo de su propio proceso educativo y, no digamos ya, la formación intelectual y crítica que la Universidad debe ofrecer a sus alumnos, así como la relación con profesores y compañeros, imprescindible para asumir el sentido social y comunitario de la profesión para la que se forma.
Pero no es únicamente un problema de los alumnos. Los profesores, separados del contacto directo con los alumnos, podemos perder el contacto con la realidad que aporta la relación directa e inmediata en el aula y fuera del aula y, finalmente, entrar en una apatía docente o melancolia intelectual que es muy difícil de combatir. Los alumnos son los primeros en detectar este problema y, de hecho, han manifestado durante el pasado curso su disconformidad con la actitud de algunos profesores, afortunadamente una minoría, que no comparecen y abusan de los “trabajos de encargo” para superar la asignatura.
El aula es importante para estrechar la relación entre alumnos y profesores y los pasillos también. Uno puede fácilmente imaginar a Fray Luis de León o Miguel de Unamuno paseando por el claustro de la Universidad de Salamanca con algún alumno interesado en aclarar o profundizar en los conocimientos impartidos en cualquiera de las aulas que rodean al mismo. Este curso, el primer día de clase, a las ocho de la mañana, aún de noche en la calle, he sido testigo en primera persona de las carreras por los pasillos de los alumnos de Aparato Respiratorio y Tórax para llegar al aula correspondiente, recibiendo de ellos, antes de empezar la primera clase, un “subidón” motivacional.
Necesitamos volver a los centros universitarios, a las aulas, seminarios, laboratorios y pasillos para formar a los alumnos y para mantener viva la pasión por la educación que todo profesor debe llevar dentro. Es lo que el profesor Battaner definía hace algún tiempo como el “Eterno Retorno”, siempre igual y siempre distinto, ante un grupo de jóvenes de ojos brillantes, ilusionados y ávidos”. Es, en resumen, la esencia de la Academia, la esencia universitaria.