[dropcap]V[/dropcap]uelve a ponerse encima de la mesa el debate sobre la conocida Ley del Menor. Amada y odiada a partes iguales por quienes la consideran insuficiente y por lo que piensan que con esto basta.
Perola pregunta, es la que es: ¿Realmente funciona?
Tengo clara mi respuesta, después de ver como lo que se sigue catalogando de ‘hechos puntuales’ cada vez es más habitual y los ‘hechos aislados’ se convierten en titulares de telediarios.
Y ante todo esto surgen muchas preguntas, como la de la edad, en la que un/a menor puede llegar a ser imputado/a por sus actos. Y aquí, viendo lo que veo, vuelvo a tener aún más clara la respuesta.
Hace unos días, llego a mí, una petición de una conocida plataforma, en la que la hermana de una menor tristemente agredida por otro menor y actualmente en estado crítico por esas lesiones pedía la revisión de esta Ley. No es la primera vez que se pide esa revisión, ni supongo que será la última, pero los ‘hechos aislados’ cada vez son más graves y su incidencia más alta. Causa verdadero terror pensar que como ya hemos visto en otras ocasiones que la respuesta al porqué sea el experimentar sensaciones como la de matar.
No solo la hermana de esta menor, con todas sus razones pide esta revisión, también lo hacen desde la Fiscalía de Baleares, ya que, desde allí, están detectando que muchas de estos niños y niñas cometen delitos precozmente. La impunidad se vuelve a notar y eso les aseguro que para quienes son víctimas, en ocasiones, es peor que el propio delito.
Esta sociedad fracasa, día tras día y el claro ejemplo lo tenemos en todas estas cosas.
Abrir el melón de un debate así supone el reconocimiento de estas y otras acciones por llamarlas de alguna manera. He de reconocer que admitir que se ha errado es tarea difícil y no va en el espíritu de muchas personas, pero realmente corregir lo que funciona mal no es un error, al contrario, es un acierto para que no vuelvan a pasar hechos que el mismísimo Hitchcock los catalogaría como una autentica película de terror.
Niños, niñas y adolescentes, reflejo en muchas ocasiones de lo que viven a su alrededor y que no dudan en repetir conductas violentas en aquellos y aquellas que tiene la mala suerte de aparecer por su lado en el momento menos indicado.
¿Educar o castigar? ¿Menores o adultos? Depende para qué.
Quizás la laxitud que en ocasiones se ve, haga participe de la escasa confianza que genera en bastantes personas, el no denunciar hechos muy graves sabiendo que la impunidad en ocasiones campa a sus anchas.
Cambiar la Ley, hacerla cumplir o rebajar la edad penal, esa es la cuestión y aquí se abre una brecha difícil de lidiar, ya que siempre habrá opositores y partidarios.
¿En qué lado se sientan ustedes?