[dropcap]N[/dropcap]uestro lenguaje coloquial está lleno de muletillas y mantras que usamos de modo rutinario e inconsciente. Completamos nuestras frases y conversaciones con dichos tradicionales que heredamos y nos los transmitimos con mucha naturalidad.
Uno de los más repetidos es el de “si Dios quiere”… creyentes, agnósticos, indiferentes y público en general lo usamos a cada momento para reafirmar contenidos o para seguir con nuestras tradiciones.
No estoy en contra del dicho, me parece que es un reconocimiento humilde de nuestra pobre condición humana que no tiene la última palabra de los acontecimientos y proyectos que tejemos. Una aceptación de nuestra debilidad existencial y de lo efímero e impotente que rodea nuestras personas.
Es, además, una especie de jaculatoria-oración existencial con la que introducimos a Dios –sin mucha consciencia- en nuestras vidas. En efecto la palabra Dios es de las más repetidas en nuestro hablar cotidiano, sobre todo si tenemos en cuenta la muletilla-blasfemia con la que muchos -sin mala intención- repiten constantemente ensuciando el nombre divino.
Lo que me llama más la atención es el cómo atribuimos al Misterio divino la cualidad de decidir-querer sobre todos los acontecimientos de la gente. Como si conociéramos la esencia del Trascendente y le adjudicásemos la propiedad de organizarlo y controlar todo lo referente a nuestras personas. Como si todo lo de aquí abajo dependiera de El para su funcionamiento, denostando la libertad humana y la casuística de los avatares terrenales.
Somos incapaces de asumir nuestras propias responsabilidades en la creación y en la organización de la sociedad, ocupándonos con celo de todo lo de tejas de aquí para abajo. Manteniendo la idea del Dios ordenador que con sus diversas programaciones lo tiene todo controlado y pensado sin respetar nuestros riesgos y libertades. Y siempre con el miedo a ser castigados si no obramos de acuerdo a sus inefables designios.
Yo estoy convencido de que lo que Dios quiere es que seamos felices y hagamos un mundo mejor y más humano para todos. Que nos respetemos y colaboremos todos por igual, que no se den tantas diferencias y desequilibrios entre hombres y mujeres, ricos y pobres, banqueros y obreros, creyentes y ateos, religiosos y laicos. Porque Dios no sería tal si aceptara tantas desigualdades o amase y beneficiase solo a los que dicen creer en El.
Siempre nos circunda el Misterio: no les faltan razones a los ateos para pasar de las creencias, es infantil y enfermizo hacernos nuestra propia idea (sueño) de lo divino y apropiarnos de la razón y la verdad. Tenemos que aprender a vivir purificando nuestro ego y nuestra mente de tantas seguridades (muchas de ellas mala literatura…) viviendo la fe y las creencias a la intemperie, al desierto, sin apoyos, sin apropiaciones de lo Espiritual y del Misterio. Nadie tiene la propiedad exclusiva de la felicidad y de la salvación. Nuestra tarea es caminar en humildad y solidariamente.
Pues nada, gracias queridos lectores. Hasta mi próximo artículo…si Dios quiere.